“Una batalla tras otra”: Spielberg se fascinó y su autor fantasma tiene una conexión con Argentina

Una batalla tras otra sacude el recuerdo de Licorice Pizza y vuelve a colocar a Paul Thomas Anderson en el centro de la atención. Leonardo DiCaprio y Sean Penn lideran el elenco; Jonny Greenwood compone la música —sí, el guitarrista de Radiohead—; y Spielberg admitió verla tres veces. “Es una película descomunal, realmente increíble”, dijo.
Rotten Tomatoes, el sitio que mide el pulso entre crítica y público, ya la tiene por encima del 90 %. Y aunque la temporada de premios apenas comienza, el ruido ya está armado.
Lo que sigue es casi de novela: esta película nace de Thomas Pynchon y su novela Vineland. Un escritor al que nadie entrevistó, que no tiene fotos recientes y que se filtró al imaginario colectivo gracias a Los Simpson, con voz prestada y una bolsa de papel en la cabeza.
Un fantasma literario, como aquel J. D. Salinger que se escondía del mundo. Pero con más humor y más obsesión por las conspiraciones.
El escritor ‘invisible’ que se coló en Los Simpson y se hizo meme
Thomas Pynchon nació en Nueva York en 1937. Antes de volverse un mito, trabajó en Boeing armando manuales técnicos. Pero eligió salirse del aire, bajarse de ese vuelo de escritura técnica, dedicarse a la literatura y, caso, borrarse del mapa: siempre rechazó entrevistas y evitó cámaras.

En una llamada telefónica con CNN en 1997 se oyó su voz, pero no su imagen: “Prefiero no ser fotografiado“. “El celo con que Pynchon defendió su anonimato fue siempre una provocación para periodistas y fans”, escribió The New Yorker.
La imagen más conocida de Pynchon es su caricatura en Los Simpson, con una bolsa de papel en la cabeza y un cartelito colgado a modo de broma. Allí mismo invitaba a los transeúntes a sacarse fotos con “un autor recluso”.
Esa escena se volvió meme: el escritor más invisible del mundo expuesto en la serie más vista del planeta.

Harold Bloom, crítico estadounidense, profesor en Yale y autor de El canon occidental lo incluyó entre los grandes escritores del siglo XX. Lo definió como el novelista que mejor entiende la paranoia norteamericana, un Joyce y un Nabokov de la cultura pop.
Cómo escribe Pynchon: conspiraciones, humor y caos
¿Cómo escribe Pynchon? Con mapas inquietantes. El arco iris de la gravedad sigue cohetes alemanes en la Segunda Guerra; La subasta del lote 49 arma un correo secreto en la California sesentosa; Inherent Vice parodia el noir en tiempos de Nixon con un detective a medio camino entre Philip Marlowe y un surfer; y Vineland retrata la cultura televisiva en era Reagan.
Sus páginas se lees y suenan como una radio vieja mal sintonizada: ruido, estática, guitarras, hippies, conspiraciones y tecnología fuera de control. Y Una batalla tras otra lleva ese pulso paranoico directo a la pantalla.
Argentina infiltrada en sus laberintos: del Martín Fierro al FMI
“Pero ché, no sos argentino…” La frase aparece en El arco iris de la gravedad, la más desmesurada de las novelas de Thomas Pynchon. Más de 700 páginas y Premio Nacional del Libro en EE.UU.
En esa trama bélica sobre cohetes V-2 y conspiraciones, se cuela un director argentino exiliado que secuestra un submarino alemán en Mar del Plata. Lo acompaña una troupe de gauchos anarquistas antiperonistas dispuestos a filmar el Martín Fierro en plena Segunda Guerra (sí, gauchos en un submarino).

Décadas más tarde, en su libro Al límite, Pynchon se mete con la política argentina reciente. Un psicoanalista exiliado de “Villa Freud” —ese barrio porteño tapizado de divanes— intenta rehacer su vida en Nueva York tras la hiperinflación de Alfonsín y los planes de ajuste del FMI. En el fondo, flotan Menem y Cavallo como notas al pie de un capitalismo al borde del colapso.
Un “argentinófilo” declarado
Lo curioso es que su obsesión ya estaba presente en lo personal. En 1963 le escribió a unos amigos: “Me estoy convirtiendo en un argentinófilo, si no en uno bien maniático. Y aunque jamás estuve a menos de miles de kilómetros del país, eso no me impidió inventar una teoría…”
No son chistes al pasar. Las novelas de Pynchon -centenares de personajes, capas y capas narrativas que piden casi un índice para entender todo mejor- funcionan como un imán de conspiraciones y rarezas.

Hasta donde se sabe, Pynchon nunca vivió en Argentina, no hay rastros de viajes ni contactos locales. Pero igual la incluyó en sus delirios: gauchos en submarinos, psicoanalistas exiliados, economías quebradas y FMI. Argentina convertida en cameo recurrente de su paranoia global.
Y los números acompañan: en su debut sumó salas llenas en la Argentina y más de 8 millones de dólares en su primer fin de semana en Estados Unidos.
Para un escritor que nunca quiso mostrar la cara, Thomas Pynchon terminó en el centro de la pantalla grande y, de paso, un poco argentino.
Fuente: www.clarin.com