Un mes del crimen de la turista brasileña y el recuerdo de su hija: “Amaba caminar por Buenos Aires, algo que no hacía en Goias por inseguridad”

Su cara luce triste y demacrada. Muchas lágrimas, demasiado nerviosismo e interminables horas de insomnio e incredulidad. Carol Bisinoto (30) es brasileña, de Goias, y vive en Buenos Aires desde 2020, cuando llegó con un objetivo claro: estudiar Medicina en la UBA. Una meta que cumplió con creces y a la que está por llegar al anhelado final, porque está por recibirse de médica clínica.
“Me propuse ese proyecto y todo venía perfecto para tener el diploma a mediados de diciembre, pero con todo esto, no sé si podré seguir adelante, estoy haciendo mi máximo esfuerzo, pero la cabeza a veces me estalla y no puedo concentrarme en el final que tengo que dar. Necesito hacer el duelo, despedir a mi mamá, que se merece descansar”, cierra los ojos la futura doctora, deseando encontrarse en una interminable pesadilla.
“Con todo esto”, le sintetiza Carol a Clarín, en un café en el Abasto, barrio que le produce cierto escozor. A cien metros, en la avenida Corrientes y Agüero, hace un mes, sucedió un hecho brutal, que le cambió la vida radicalmente. Un hombre de la calle, con antecedentes penales y psiquiátricos, atacó a su madre de manera imprevista.
“Mamá estaba yendo a comprar dólares para pagar el alquiler del departamento en el que vivíamos. Estaba llegando y me imagino que pensando en la operación cambiaria, cuando de la nada un tipo se le acercó de costado y le dio una trompada que mi mamá no vio venir para poner los brazos. Al caer al suelo dio la cabeza con el cordón de la vereda, que le produjo un grave traumatismo de cráneo”.
El feroz e inaudito ataque ocurrió el jueves 6 de noviembre, alrededor del mediodía. “Solíamos ir juntas a comprar dólares y luego a pagar el alquiler, pero estaba vez yo tenía que estudiar para un final al día siguiente de la materia Cirugía. Estaba apretada con el tiempo. Además, mamá se manejaba muy bien por las calles de Buenos Aires, conocía todo y le encantaba caminar por la Ciudad, algo que no podía hacer, por inseguridad, en Goias, nuestra ciudad. Qué ironía de la vida”, respira hondo Carol, que esboza una sonrisa que rápido se evapora.
Carol Bizinoto no tiene consuelo. “No sé qué voy a hacer de ahora en más. Quisiera recuperar fuerzas para recibirme de médica, que era algo que deseaba mi mamá”. A las dos y media de la tarde de ese jueves funesto, mientras terminaba un resumen, un whatsapp de un número desconocido la hizo saltar del escritorio donde estaba estudiando.
“Señora Carol, soy oficial de la Policía de la Ciudad. Estoy con su mamá en el Hospital Ramos Mejía. Un hombre la atacó en la calle”. Al segundo, Carol respondió con angustia y suspicacia: “Señor, ¿cómo se llama mi mamá?”. La respuesta casi que la encontró a Carol arriba de un taxi rumbo al hospital de Balvanera. “Yo estaba nerviosa imaginando que me encontraría a mamá en alterada, pero medianamente bien”.
Cerca de las 3, Carol estaba en el shock-room del Ramos Mejía junto a Vilma, la víctima del furioso ataque. “Cuando la vi me quedé helada. Como estudiante de medicina, me doy cuenta cuando algo no se ve bien. Mamá estaba muy agitada, confundida, le costaba expresarse y se quejaba mucho por dolores en la cabeza y en la espalda. Le habían suturado la zona occipital, tenía la ropa ensangrentada y le iban a hacer una tomografía. No era alentador su estado, tenía edemas y sangrados internos”.
Siempre sonrientes andaban madre e hija. “Mi mamá lo era todo para mí. Mi mejor amiga, mi compañera de ruta y una mujer solidaria, empática y alegre”, describe Carol a su mamá Vilma, que murió el mes pasado.Nunca imaginó Carol encontrarse con ese cuadro de situación. “Cuando se la llevaron a hacer más estudios y luego a terapia intensiva, ahí supe que mamá no volvería, o no volvería a ser la misma por las posibles secuelas neurológicas y motrices.
Al ratito se me acercó un neurocirujano. “Tiene comprimido el tejido cerebral. No es bueno el panorama”. Pudo estar al lado de su mamá dos horas, sostenerle su mano, hablarle, hasta que se la llevaron. “Yo me fui a mi casa destrozada con la idea de volver más tarde, pero su deterioro cognitivo fue tan acelerado que no hubo posibilidad de operarla. Tuvo un paro cardíaco y murió en la madrugada del viernes del 7 de noviembre”.
Volvió al Ramos Mejía con sus tres amigas brasileñas de fierro, también estudiantes de la UBA, que le hicieron el aguante. “Me costaba entender que fuera cierto, no caía. No podía entender que no iba a verla ni hablarle más. Mi mamá era mi mejor amiga, mi compañera de ruta aquí en la Argentina, y la que dejó todo en Brasil para darme una mano”.
Andaban de aquí para allá, siempre juntas. “Íbamos a desayunar, a pasear, nos hacíamos nuestras caminatas y cuando yo volvía tarde de la facu ella me espera con la comida. Hasta documento argentino tenía… Éramos felices juntas, yo me reía mucho… Hoy soy otra persona, me siento perdida, triste, sin rumbo, no me reconozco. No sé que voy a hacer de mi vida, a veces no le encuentro sentido a seguir adelante. Y encima esta tortura que no tiene fin”.
María Vilma Das Dores, la mujer brasileña de 69 años que fue atacada en plena Avenida Corrientes y murió por un golpe en la cabeza.Menciona la palabra tortura y se esfuerza por no quebrarse. Su dolor se transforma en enojo y bronca. “¿Podés creer que no me entregaron el cuerpo de mi mamá? Hace un mes que está en la Morgue Judicial. Es un tema burocrático que a mí me excede, pero mi papá, las siete hermanas de mi mamá y sus sobrinos están desesperados esperando en Brasil que se repatríe el cuerpo y que descanse de una vez por todas en Goias, donde nacimos, nos criamos y crecimos. No aguanto más esto, es una tortura. Pienso en ella, sola, abandonada en un lugar frío, que no conozco”.
A Carol la abruma el dolor por la pérdida de su madre, pero también la soledad y estar en un momento que no puede cerrar ciclos. “Por una cuestión de salud mental necesito empezar a sanar y para eso me urge hacer el duelo, cosa que no puedo porque no tengo a mamá. Y le prometí a ella que una vez que la lleve con su gente a Goais, iba a sacar fuerzas no sé de dónde para enfocarme en el estudio y graduarme de médica”, remarca y hace saber que le falta dar el final de Cirugía, que no pudo dar en su momento por la trágica noticia.
Carol Bisinoto, un mes y medio atrás, cuando salió airosa de uno de los parciales en la Facultad de Medicina. La estudiante brasileña está a un final de graduarse.Hace énfasis en “la falta de humanidad de la Justicia argentina. Me enoja y me duele la cuestión burocrática. Yo entiendo que hay pasos que seguir, pero hace un mes que la mataron, ya le hicieron la autopsia, la necesito conmigo. ¿Qué están esperando?”, se pregunta con una entendible desesperación.
Abogado de la brasileña, Pablo Torres Barthe le explica a Clarín la situación: “El Cuerpo Médico Forense dictaminó que el agresor, Federico Heredia, es inimputable, por eso la defensa y la asesoría tutelar pidieron su sobreseimiento. La fiscalía se opuso argumentando que eran necesarios estudios más profundos para determinar si era inimputable y, a la vez, se pidió la incompetencia a la Justicia Nacional por tratarse de un homicidio agravado por cuestión de género”.
“En el medio de todo este trámite judicial -continúa Torres Barthe-, Carol pidió la entrega del cuerpo y la autorización para llevarlo a Brasil y enterrar a su madre en su pueblo natal. La jueza hizo lugar a la oposición de la fiscalía y declaró la incompetencia. A su vez autorizó la entrega del cuerpo pero no así la repatriación. Esto fue apelado para que le hagan entrega del cuerpo con autorización y llevarlo a Brasil. Ahora todo está en manos de la Cámara de Apelaciones porteña, a la que le pedimos celeridad en la resolución”.
No sabe Carol cómo seguir adelante y lo dice sin pudor. Dice que el silencio en el departamento la hunde. “Cuando abro la puerta de casa, imagino a mamá esperándome con esos abrazos que me daba tan especiales. Cosa que pasaba todos los días hasta hace un mes. Ver su ropa, su cama, sus fotos… Hace unos días rendí mi primera materia desde que me la robaron… Siempre me acompañaba y me esperaba para ese abrazo incomparable. Cuando aprobé miré para buscarla, como hacía siempre y lo que debió ser alegría se tiñó de amargura…”.
Intenta mirar el futuro pero todo es neblinoso para Carol. “Hoy mi cabeza no está clara y mi visión es borrosa… Francamente no tengo ganas de nada, me cuesta pensar más allá de hoy, pero a la vez quiero recibirme por mi mamá, que estuvo siempre al lado, que iba a estar para la foto del diploma y ya teníamos planificado el viaje a Bariloche para celebrar mi recibida”.
“Yo vine a estudiar a la Argentina para convertirme en profesional, para vivir aquí y tener la chance de ejercer la medicina en Buenos Aires. Pero ahora, con todo esto, sin mamá al lado, no tengo idea qué será de mí”.
Fuente: www.clarin.com



