“Todo plantado”: la grave denuncia de la familia del trabajador petrolero que desapareció en la zona donde buscan a los jubilados

“Comodoro Rivadavia tiene 22 desaparecidos”. La frase, dicha por el ministro de Seguridad de Chubut, Héctor Iturrioz, en una radio local, retumbó en toda la ciudad petrolera. Lo dijo con tono firme. “El último caso fue el de Diego Barría”, agregó y su nombre alcanzó para que muchos volvieran a recordar una historia que todavía duele.

En Comodoro se habla de los desaparecidos con resignación, con temor, con la sensación de que en algún momento le puede tocar a cualquiera. Nadie olvida los nombres. Diego, Juana, Pedro. En los barrios, en los bares o las estaciones de servicios, el tema vuelve una y otra vez. Hay búsquedas, hay hipótesis, pero casi nunca hay respuestas.

Mientras la ciudad sigue conmocionada por la desaparición de los jubilados vistos por última vez el 11 de octubre, cuando salieron con una camioneta y desaparecieron sin dejar rastro, otra familia revive el dolor de no saber. Bruma Picón, tía de Diego Barría, habló con Clarín y recordó con detalle aquellos días que marcaron para siempre a su familia.

Cuando Bruma escucha los nombres de Juana Inés Morales (69) y Pedro Alberto Kreder (79), siente que vuelve a febrero de 2023. Siente otra vez la espera, la incertidumbre, el celular que no suena. “A Diego lo buscamos día y noche, y sé lo que es esa desesperación”, dice.

Habla de su sobrino y ahijado, Diego Barría (32), un trabajador petrolero que desapareció hace más de un año y medio en Comodoro Rivadavia y cuya historia todavía no tiene un cierre definitivo. Hoy, mientras los equipos rastrillan la zona de Rocas Coloradas buscando a los dos abuelos perdidos desde el 11 de octubre, Bruma sigue de cerca cada paso y está en conversación con Gabriela Kreder, la hija de Pedro.

"Lo buscamos día y noche", dice Bruma, la tía de Diego. Foto Facebook.“Lo buscamos día y noche”, dice Bruma, la tía de Diego. Foto Facebook.

Bruma cuenta que la desaparición de su ahijado fue el 18 de febrero de 2023. “32 meses para ser exacta”, lo repite, con precisión y sin dudar, como quien aprendió a medir la ausencia en “unidades” de tiempo porque cada uno le pesa.

Relata que Diego salió de la casa de su madre, Paola, rumbo al campo familiar, iba a acompañar a sus familiares luego de la pérdida de un tío que era como su papá, el tío Nicki. Llevaba su cuatriciclo, su mochila, una linterna, mate, termo, herramientas. “Mi hermana recuerda cada cosa que cargó, cuantas medias, cuantas cosas. Todo medido”, detalla Bruma. “Estaba destruido. Nunca lo vi llorar así. Pero igual se fue. Dijo que necesitaba despejarse un poco”, asegura.

Esa noche, a las 19 cargó nafta en la estación de Caleta Córdova, la misma donde las cámaras registraron por última vez a Juana y Pedro antes de que su camioneta desapareciera. Subió una foto a su Facebook y puso “un viaje con escalas”. Diego siguió camino, pasó por varios ranchos de pescadores, saludó a todos. “Les dijo que no tomaba cerveza porque lo estaban esperando los tíos. Y después… nunca llegó”, comenta su madrina. Esa fue la última vez que alguien lo vio con vida.

“El cuatri, todo tocado”

A la mañana siguiente, un pescador encontró el cuatriciclo volcado en el lodazal, el casco partido y la zona llena de huellas. Cercano al lugar donde fue encontrada la camioneta de los jubilados. “Todo estaba manoseado. El casco era de los buenos, imposible de romper igual estaba destruido. La nafta se la robaron. Y la Policía llegó recién a la tarde. Fue un desastre”, recuerda Bruma.

Desde ese momento, la búsqueda se volvió caótica. “La brigada iba con un Gol. No tenían camionetas, ni helicóptero, ni perros. Dependían de los jeeperos voluntarios. A Diego lo buscamos nosotros, los vecinos, la gente del campo”, remarca.

La familia guardó registros, fotos, recorridos, coordenadas. “Mi hermana anotó todo. Porque sabíamos que después nadie iba a recordar. Pasaron los días y nada. Hasta que un día, Prefectura dijo que necesitaban que vaya a Caleta Cordova y fui con mi hijo”, señala.

hallaron sus restos en un cazón. Foto Facebookhallaron sus restos en un cazón. Foto Facebook

“Cuando voy al lugar veo en el piso tres bichos grandes, destripados, cazones de un metro diez, abiertos, destripados. Y los tipos me querían hacer reconocer un antebrazo que estaban en el interior, tenia un tatuaje. En el momento del reconocimiento, estaban todos los tres pescadores que encontraron eso y los policías. Viendo todo lo que estaba pasando ahí con la familia, se supone que es un acto íntimo. Pero el ADN no arrojó resultados y no se pudo determinar si era él”, rememora.

“Lo pusieron ahí”

Los hallazgos se volvieron cada vez más extraños. “Después aparecieron las zapatillas de Diego, limpias, paradas, con los cordones atados, a 14 kilómetros del cuatri. Eso no lo arrastra el mar. Lo pusieron ahí. Todo fue plantado”, asegura Bruma.

Su teoría es clara: “A Diego lo cazaron, lo tuvieron en algún lado y después lo tiraron al mar. Fue un mensaje. Como diciendo: ‘Dejen de buscar’. Por eso, cuando vi lo de los jubilados, me puse mal. Las mismas pistas que dejan, todo igual.”

Las coincidencias, dice, son demasiadas. “El helicóptero que hoy busca a Juana y Pedro es el mismo que usamos para buscar a Diego.También sobrevoló una hora. Insólito cuando se busca a una persona que puede estar en cualquier condición”, manifestó.

“La investigación de Diego sigue caratulada como ‘averiguación de paradero’. Para la Justicia, mi sobrino no está muerto, está desaparecido. Los nenes de Diego no tienen ni obra social, porque ellos no pueden tramitar una pensión, porque para la ley no estás muerto, para la ley estás desaparecido”, denuncia.

La primera versión policial indicó que los restos fueron identificados visualmente por un tatuaje en el antebrazo hallado, mientras que el Ministerio Público Fiscal informó luego de una serie de estudios que “las pericias genéticas que se practicaron no encontraron material apto para cotejo”. A su vez, aclararon que “no surgieron indicios de participación criminal en el hecho”.

“Le digo a Gabriela que no afloje”

Desde que Juana y Pedro desaparecieron, Bruma mantiene contacto con Gabriela, la hija de Pedro: “Empezamos a pasarnos datos y yo le dije ‘ que te de bola el fiscal con esto, apúralos con esto´. O sea, la estoy aconsejando porque, pobre, está desesperada, como estuvimos nosotros en ese momento. Pobrecita, ella es una chica desesperada. Que no sabe qué hacer. Está atontada, como estábamos nosotras, porque no sabe. Te olvidás cosas básicas, te olvidás qué ropa tenía. Cuando estás así de nerviosa, se te nubla todo. Y pasaron muchos días ya.”

Juana y Pedro, la pareja de jubilados desaparecida en Chubut.Juana y Pedro, la pareja de jubilados desaparecida en Chubut.

Bruma recuerda cómo ella y su hermana actuaron con cautela frente a la prensa y las investigaciones. “Nosotros no salimos a hablar, primero para no entorpecer la pésima investigación que estaba haciendo la gestión anterior. Yo las veo con tanto coraje a las hijas de Pedro. Que salen, hablan, se quejan, nosotros no podíamos hacer eso”, dice.

En la ciudad, el tema se repite en todos los rincones: en los supermercados, en las estaciones de servicio, en los grupos de Facebook donde se comparten fotos con pedidos de ayuda. “Aparecen los helicópteros, los drones, los perros. Pero después, el caso se enfría. Siempre pasa lo mismo”, comenta una señora en un supermercado.

Bruma antes de cortar la conversación con Clarín, mira hacia el futuro con una mezcla de esperanza y exigencia: “Hoy lo de Diego se olvidó, salvo que ahora lo están reviviendo ustedes porque justo la casualidad de la similitud. Pero espero que en algún momento armen un equipo serio de investigaciones para este tipo de desapariciones y se pongan a laburar en serio.”

Sus palabras resuenan como un llamado a la responsabilidad, el recuerdo de la desesperación que vivieron y la firme convicción de que ningún caso vuelva a quedar librado a la improvisación.

Comodoro Rivadavia. Enviada especial.

Fuente: www.clarin.com

Artículos Relacionados

Volver al botón superior