Mauricio Kartun:“La mitología es un quiosco 24 horas abierto”


Mientras continúan las funciones de La vis cómica (estrenada en 2019), con Horacio Roca, Luis Campos, Cutuli y Stella Galazzi (sábados en el Centro Cultural de la Cooperación), Mauricio Kartun presenta su nueva obra Baco polaco, con Aníbal Gulluni, Paloma Zaremba, Soledad Bautista, José Mehrez, Luciana Dulitzky y Nahuel Monasterio (de jueves a domingo en el Teatro Sarmiento del CTBA). Este estreno, que se realiza con un elenco y un equipo artístico-técnico de personas recibidas en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD), retoma elementos de la tragedia Las bacantes, de Eurípides, a los que el dramaturgo y director moldea con su particular estilo.

—Has estado publicando narrativa “(Salo solo” y “Dolores 10 minutos y otros relatos”). ¿Cómo es este retorno a la producción teatral?

—Volviendo al universo de siempre… La narrativa fue una especie de escapada literaria durante la pandemia, en la que no tenía sentido escribir teatro. Pero no soy un escritor de narrativa: actúo de escritor de narrativa. Mi profesión, mi corazón y mi oficio siguen en el teatro. Me estoy reencontrando con su fenómeno más energético, que es el de dirigir: implica hacerlo todos los días, sostener la energía de un grupo, responsabilizarse de muchas cosas. Así que, felizmente regresado al stress.

Esto no les gusta a los autoritarios

El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.

—¿Por qué regresás también al universo rural en esta obra, que está en otras?

—Los escritores no somos conquistadores de universos, no vamos hacia tierras que desconocemos a conquistarlas e incorporarnos a ellas como nativos. El proceso suele ser al revés. Son universos que por alguna razón están presentes. En mi caso, el campo y cierta zona de brutalidad rural tienen que ver con mi propia vida. Mi madre y mi padre nacieron en casas en las que una vez por año se hacía factura de cerdo; yo vi esos lugares. Tomando aquella frase de “El mundo se lo conoce con los ojos del niño y todo lo demás se lo recuerda”, esos son los universos que vieron mis ojos y me impresionaron y aparecen una y otra vez. En Baco polaco, aparece la matanza de cerdos, por ejemplo, que también aparecía en Salomé de chacra.

—¿Qué motiva que “Baco polaco”, entre otras de tus obras, suceda en un tiempo alejado del presente?

—Podría ser cierta condición nostálgica. Me gusta escuchar vieja música. Pero alejarse del presente nos da a los dramaturgos la posibilidad de trabajar con un lenguaje que nadie puede comparar con la realidad, porque nadie conoce. Por lo tanto, permite ejercer cierta libertad de lo poético creando un verosímil, creíble, no necesariamente cierto, sin el riesgo de tener que hacer naturalismo costumbrista, una reproducción mecánica de lo coloquial.

—¿Qué te convocó del mito del dios Baco o Dioniso?

—Primero, soy un interesado en el fenómeno del mito, una aplicación de la inteligencia narrativa. Los seres humanos entendemos y nos hacemos entender a través de historias que comprimen y le dan un formato trascendente a una experiencia. La mitología es un quiosco 24 horas abierto, con los estantes repletos para la hora en que te ataque la angustia: siempre va a estar ahí el relato que te permita explicar lo inexplicable. Luego, indagué en Dioniso porque me conmueve el fenómeno sagrado de la fiesta, el lugar que las civilizaciones antiguas le daban la necesidad de descontrol, para ser mejores en la zona controlada. Trasladé a las bacantes, mujeres que siguiendo a Dioniso generaban la fiesta orgiástica, a La Pampa en los años 30 e imaginé una troupe de generadores de fiesta de pueblo en pueblo, que llevan una vitrola con discos. A partir de esto se armó el argumento.

“Más comunitario, más socialista, más cooperativo”

A.M.

—¿Por qué, a través del texto y de la dirección, tus obras exhiben su ser artificio, su ser teatro?

—Desde hace mucho tiempo, el teatro entró en un sagrado anacronismo. Frente a las nuevas tecnologías, empezó a mostrar su condición más ingenua: alguien se sienta a ver algo desde un punto de vista único, lo que hoy resulta extravagante, porque cualquier cosa que veas en cine o nuevas tecnologías tiene múltiples puntos de vista sobre algo. Además, arriba de un escenario, ves algo extremadamente ingenuo, como de juego infantil: si alguien sale de atrás de una tela llamada “pata” y dice que va a la guerra, tenés que imaginar que del otro lado está la guerra. Es tan pero tan ingenuo el lenguaje del teatro, que resulta hasta un pedido excesivo al espectador que acepte esas convenciones. Si, con alegría, se muestra que se trata de un juego, si no se trata de convencer a nadie, sino de jugar, el espectador toma esas convenciones de manera más natural. Mis últimas obras desnudan los mecanismos de lo teatral, para que aquello que intentaba ser una fantasía se transforme en un juego más infantil y disfrutable.

—¿Tu teatro dialoga con, responde al estado de las cosas en la Argentina actual?

—En los últimos dos años, reacciono pensando en cómo se puede frenar la aparición de algo tan destructivo, de lo cual hay ejemplos de regímenes que llevan inevitablemente a la violencia y a una zona de fracaso. Reviso si mi pensamiento no se achanchó, si no se aburguesó, si no perdió vigencia. Estoy más comunitario, más socialista, más mutual y cooperativo que nunca.



Fuente: www.perfil.com

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