La promesa de Russo a un titular de Boca y por qué es una pieza clave del 11 de memoria :: Olé

Llegó, de algún modo, a destiempo. O tarde, al menos para lo que se necesitaba de él en aquel tiempo. Sin embargo, lo que parecía una urgencia en su puesto pronto se convirtió en superpoblación, y a pesar de contadas chances de jugar, fue más el tiempo en el que estuvo relegado y así llegó al inicio de la buena racha de Boca en este Torneo Clausura.

Juan Barinaga, de él se trata, había tenido hasta agosto un paso sin demasiada relevancia por el club que se lo compró a Belgrano por más de tres millones de dólares hace poco más de un año atrás.

Por entonces, Diego Martínez estaba casi resignado a la llegada de un lateral por derecha y -ya eliminado de la Copa Sudamericana- llegó el Colo para reforzar un puesto en el que Luis Advíncula era titular indiscutido, aunque sin demasiada oposición porque Lucas Blondel estaba en plena recuperación de su lesión en la rodilla.

Si bien su estreno fue justo lo que necesitaba el equipo cuando debió afrontar una llave de Copa Argentina (ante Talleres), mientras el Rayo estaba afectado a la selección de Perú, lo poco que estuvo bajo la conducción de Martínez lo hizo alternando y cerrando como titular el día en que el DT dejó el cargo, justamente en una cancha de Belgrano que lo recibió como a un hijo pródigo.

Con la llegada de Fernando Gago, tuvo una etapa en la que alternó, situación que perduró -ya con Blondel recuperado- hasta la eliminación de la Copa Libertadores a manos de Alianza Lima. Allí, quedó dentro de los marginados silenciosos que dejaron de tener oportunidades y no volvió a jugar hasta cinco meses después, ya con Miguel Ángel Russo en el banco de suplentes.

“Barinaga jugaba con mi hijo, lo conozco bien”, revelaba Miguel en una de las primeras conferencias de prensa del presente certamen, tiempo antes de que el propio Colo confirmara: “Lo conozco desde chico a Russo. Soy de Rosario y con su hijo Nacho, compartimos 4 años en el mismo club. Somos muy amigos”, confió.

Un tiempo antes de esas flores recíprocas, sin embargo, existió una charla entre el lateral y el DT en la soleada Miami, en medio del Mundial de Clubes. Allí, con una inactividad ya prolongada de Barinaga y con el mercado de pases en acción, la chance de salida hacia otro destino no era mal vista por el Colo y su entorno.

Pero Miguel lo conocía y sabía lo que podía sacar de él. Por eso -según le confirmaron desde las cercanías del jugador a Olé- le aconsejó que no se fuera y le prometió que una chance iba a tener. Y así fue.

Primero, lo mandó a la cancha en el partido adverso ante Unión justo cuando debutó Leandro Paredes, en un triple cambio que completó Edinson Cavani y que lo devolvió a una cancha exactamente cinco meses después de su última vez. A los pocos días, fue titular en el partido que dejó a Boca afuera de la Copa Argentina, ante Atlético Tucumán. Y ya a partir del cruce contra Racing agarró la titularidad y no la soltó más.

Con alguna actuación no del todo convincente en el medio, el nivel de Barinaga fue en crecimiento y al día de hoy se mantiene como un lateral confiable. Serio y prolijo en defensa, hasta se anima cada vez más en ataque. Y si bien aún no le tocó convertir con la camiseta de Boca, en el último partido ante Newell’s fue parte activa y fundamental de los dos primeros goles.

Un presente mucho mejor que la mayor parte del tiempo que pasó hasta acá en el club. Con su perseverancia como característica, y con la certeza de que para lograrlo fue muy importante el paso de Miguel no ya como el padre de su amigo, sino como su DT y referente. Quien le prometió una chance. Y eso seguramente represente un compromiso extra para no fallarle.