La pianista rusa Ekaterina Derzhavina y la reveladora experiencia de escuchar música clásica en un club de jazz

En Buenos Aires, la interpretación de la singular pianista rusa Ekaterina Derzhavina de las Variaciones Goldberg, monumento sonoro de Bach, tuvo un marco singular: el ciclo programado por Justo Loprete en Prez, un club de jazz que, en su propuesta, desplaza la música clásica de la solemnidad de la sala tradicional hacia un espacio más poroso y abierto.

Esta elección curatorial no es un detalle menor: escuchar a Bach en la penumbra de un club, con la cercanía física del público y la atmósfera de improvisación implícita en el lugar, resignifica la obra y la experiencia auditiva, situando a Ekaterina Derzhavina -intérprete de rara profundidad y rigor- en un terreno que potencia tanto la dimensión meditativa como la vitalidad rítmica de su lectura. La experiencia desnudó la tensión entre rito y acontecimiento.

Ekaterina Derzhavina, consolidada como una intérprete singular por la hondura de su enfoque y la claridad de su estilo, se formó en el Conservatorio de Moscú, desarrolló una carrera internacional que combina la tradición pianística rusa con una afinidad especial por el repertorio menos transitado: desde Bach, Haydn y Mozart hasta autores del siglo XX como Hindemith o Ustvolskaya, de quien es considerada una de las intérpretes de referencia.

Su manera de abordar la partitura conjuga rigor estructural, transparencia sonora y una intensidad expresiva que logra transformar la escucha en una experiencia profunda y reveladora.

Una escucha reveladora

La pianista rusa Ekaterina Derzhavina hará un ciclo de cuatro conciertos de música clásica en el ámbito de un club de jazz.La pianista rusa Ekaterina Derzhavina hará un ciclo de cuatro conciertos de música clásica en el ámbito de un club de jazz.

La elección de situar a Derzhavina en un club de jazz para interpretar las Variaciones Goldberg no fue un mero gesto de originalidad, sino un experimento de escucha. La pianista, célebre por la claridad y densidad de sus lecturas, abordó la obra con un control del tempo que evitó el efectismo aunque no siempre la dureza, algunas de las variaciones rápidas y de gran intensidad sonora se escucharon rígidas.

Cada variación se desplegó con una lógica interna que parecía nacer del propio pulso de la sala, donde el silencio del público competía con la respiración del espacio. En ese entorno, la sobriedad de su articulación y la transparencia de las voces contrapuntísticas adquirieron una cercanía insólita: no se trataba de un monumento reverenciado a la distancia, sino de un organismo vivo, expuesto, capaz de transformarse en la intimidad de lo compartido.

Fue un Bach despojado de retórica monumental y expuesto en toda su vulnerabilidad: música que, más que proclamarse, respiraba con la sala y sus oyentes.

Desde el Aria inicial, Derzhavina impuso un clima de recogimiento, con un tempo amplio y una respiración casi vocal, evitando toda ornamentación excesiva (la versión se hizo sin repeticiones).

Las primeras variaciones mostraron su inclinación por la claridad estructural: la Variación 5, con su virtuosismo de mano cruzada, surgió sin énfasis atlético, resuelta con un equilibrio entre juego y precisión. En la Variación 13, su lirismo desplegó un fraseo de intimidad cantabile, sostenido en un legato casi suspirado. El clímax del ciclo, la Variación 25, se convirtió en un verdadero núcleo expresivo: allí Derzhavina eligió un tempo lento y grave, sacando a la luz la dimensión trágica de la obra, con una tensión armónica que parecía abrir grietas en el silencio del club.

Hacia el final, las quodlibet (una composición que combina varias melodías conocidas, a menudo de forma humorística y contrapuntística) fueron expuestas con una mezcla de ironía y luminosidad contenida, recordando que en Bach lo popular y lo sublime no se excluyen, sino que conviven. El retorno del Aria, tocado con una sobriedad aún más desnuda que al inicio, cerró la velada como un eco suspendido, dejando en claro que no se trataba solo de una ejecución brillante, sino de una meditación sobre el tiempo, el espacio y la escucha.

Para pocos. Ekaterina Derzhavina tocó música de Bach, Haydn y Medtner.Para pocos. Ekaterina Derzhavina tocó música de Bach, Haydn y Medtner.

Precisión y lirismo

Bach estuvo precedido en la primera parte del concierto por un recorrido que unió la claridad formal clásica con la introspección romántica temprana.

Abrió la Sonata Hob. XVI:32 de Haydn, Derzhavina desplegó una lectura de precisión arquitectónica: cada frase se articuló con una ligereza transparente, propia de la sensibilidad vienesa del siglo XVIII, sin sacrificar ni un ápice de tensión dramática. El primer movimiento, con su humor sutil y dinamismo rítmico, se benefició de un fraseo articulado y pulido; el segundo, lento y cantabile, mostró su capacidad para sostener líneas melódicas como si fueran voces; y el final, presto y vivace, combinó brillo y rigor contrapuntístico, dejando en claro su afinidad con el estilo clásico.

A continuación, el programa transitó hacia un territorio más lírico y expresivo con los Stimmungsbilder Op. 1 de Nikolai Medtner, obras de juventud que ya muestran la densidad y sensibilidad que caracterizarían toda su producción. En estos “Cuadros de ánimo”, cada miniatura, desde la elegía contenida del Andante hasta la energía rítmica del Allegro final, se presentó como un pequeño mundo sonoro, equilibrando la nostalgia romántica con la estructura rigurosa que prefigura sus obras mayores.

Quedan más fechas para escuchar a Ekaterina Derzhavina, una intérprete que convierte cada obra en una experiencia de escucha intensa y reveladora.

Ficha

Intérprete: Ekaterina Derzhavina, piano Programa: Haydn, Sonata n. 47, Hob. XVI:32; Nikolai Medtner, Stimmungsbilder, Op. 1; Bach, Variaciones Goldberg, BWV 988 Lugar: Prez (Anchorena 1347, CABA) Fecha: 1 de octubre Próximas presentaciones: 5 de octubre: Stanchinisky, 10 Preludios; Medtner, selección Cuentos de Hadas; Schubert, Sonata nº 20, D. 959; 7 de octubre, mismo programa que el 1 de octubre; 9 de octubre, junto con el violinista Elías Gurevich, harán la Sonata para violín y piano nº2, Op. 121 de Schumann y la Sonata para violín y piano de Franck.

Fuente: www.clarin.com

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