La increíble historia del hombre que comenzó a correr en el patio de la cárcel y se convirtió en maratonista

Recibir la noticia de que los próximos 14 años lo vas a pasar encerrado en la cárcel no es fácil para nadie. Aunque al principio todo parecía un infierno, encontró un propósito que lo hizo resistir y descubrió una nueva forma de vivir.
Antes de ir a prisión, Juan Miguel Esteban trabajaba como entrenador físico en gimnasios de día y se dedicaba a la seguridad en discotecas por la noche. Con el tiempo, había logrado fundar su propia empresa de seguridad privada. “Antes era un poco más soberbio, y la vida me puso en mi sitio”, dice hoy en entrevista con Clarín.
En 2007, todo cambió para el español. Fue imputado por un delito contra los derechos de los trabajadores y condenado a catorce años de prisión por la muerte de un empleado que no había sido dado de alta correctamente. El trabajador fue asesinado de dos puñaladas cuando intentó impedir que un grupo de diez personas ingresara a una pista de hielo durante una guardia en Navidad.
La primera noche en la cárcel lo recibió una celda compartida, una ducha helada y una fila de presos pegados al vidrio viendo quién llegaba. “Me miraban todo para ver qué me podían sacar. Esa noche no dormí”, recordó Juan Miguel. Durante los primeros meses dormía con una mochila encima y se movía con cuidado. “No por miedo, sino por precaución. No te podes fiar de nadie”, agregó.
Pero un día, sus primos Carlos y Jesús le sugirieron que empezara a correr. Aunque al principio no estaba muy convencido, les hizo caso. Comenzó caminando, después empezó a trotar, hasta que alcanzó a entrenar en serio, como si ese patio de 120 metros fuera una pista olímpica.
“Yo venía del culturismo, pesaba 132 kilos. Mi primo se vestía con ropa de corredor para visitarme y en la sala de visitas me dejaba las zapatillas nuevas, la ropa y se llevaba la mi ropa vieja. Y con eso empecé. Corría tres horas por la mañana y tres por la tarde. Aunque lloviera, aunque se me cayera la piel de los pies”, recordó el español. “Todos me miraban como un loco, pero lo único que quería era correr libre y sentir que no estaba entre esos cuatro muros. Para mí el atletismo me aportó mi libertad y me rodeó de mis mejores amigos”.
Actualmente Juan Miguel tiene 48 años y sigue trabajando de entrenador físico. Foto: Víctor Seco MuñozPasaron los años y ya no estaba solo. De a poco, otros internos empezaron a salir a correr con él. “Llegamos a ser 150. Conseguimos que nos dejaran acondicionar el campo con herramientas de jardinería. Armé una escuela de atletismo y entrenaba a los reclusos. Fue una experiencia que me llenó mucho a nivel personal”. reflexionó.
El día que el atletismo le consiguió la libertad
Mientras entrenaba, también pensaba en el afuera. En cómo construir algo diferente cuando cumpliera su condena. Un día decidió escribirle a la revista Runner’s World para contar su historia. Envió tres cartas desde la cárcel, pero nadie respondió. Hasta que, en su primer permiso para correr la Maratón de Madrid, fue a la feria del corredor y se encontró con Martín Fiz, maratonista mundial y director de la revista en ese momento. Logró conversar con él y obtener su contacto.
Días después, su madre lo llamó llorando: “Me dijo que había llamado Martín Fiz, que querían hacerme un reportaje para la revista”, contó Juan Miguel con la voz quebrada. La publicación de ese reportaje marcó un antes y un después para el español que para ese momento ya llevaba 9 años de condena.
A los pocos días lo llamaron a aislamiento. Ahí lo esperaba, con la revista en la mano, el jefe de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias de la Junta de Tratamiento, quién evaluaba su comportamiento dentro del penal. “Me preguntó si lo que decía ahí era verdad. Le dije que sí. Y me dijo: ‘Recogé tus cosas, te vas para tu casa’. Yo no lo podía creer”, recordó.
Esa noche, Juan Miguel volvió a no dormir. Pero esta vez no fue por miedo, sino por ansiedad. A la mañana siguiente, la puerta de su celda se abrió y, el educador le entregó el papel de libertad. “No agarré nada”, recordó. “No tenía nada ahí adentro que valiera la pena llevarme. Mi familia me estaba esperando afuera y fuimos todos juntos a desayunar”.
A partir de ahí, su historia se aceleró. Corrió 100 maratones en 100 días. Se volvió una figura reconocida del atletismo popular. Participó de muchas carreras en el mundo como en Estambul, en el desierto y en Tarragona, donde ganó el medio Ironman. También, en 2017, Juan Miguel obtuvo el premio a la mejor historia de superación personal.
Además, fundó su propia escuela de deportes para personas con discapacidad llamada Corre Libre en la que entrena a personas con cáncer, con ictus, con movilidad reducida, con discapacidades auditivas. “No les cobro nada. Yo intento dar lo que no tuve: que alguien te tienda la mano sin esperar nada a cambio”, detalló.
Corre Libre, la escuela de Juan Miguel, tiene actualmente 1569 alumnos con capacidades diferentes que practican distintos deportes. Foto: Cortesía Juan Miguel EstebanPero cuando todo parecía encaminarse, apareció otro obstáculo. Sufrió una septicemia en la pierna derecha, una infección grave e incluso mortal. Producto esta infección, perdió el menisco de la pierna derecha, los huesos se le fracturaron y fue sometido a múltiples cirugías. Hoy lleva una prótesis completa. “Estuve internado un año”, relató, “con 14 horas diarias de antibióticos”.
Ya no puede correr como antes. Pero sigue presente en cada evento, en cada carrera solidaria. “Ahora me toca desde otro lado. No puedo dedicarme al triatlón como antes, pero sí puedo intentar inculcar valores, motivar, estar al lado de quienes están peleando batallas duras. Yo también estoy aprendiendo a lidiar con esto”.
Sobre la cárcel, considera que “es una pérdida de tiempo. No existe la reinserción. La reinserción es la que tú te hagas”. Luego de estar provado de su libertad, reconoce que le sirvió para conocerse y conseguir “un golpe de humildad”. “Aprendí a ayudar sin esperar nada. Y eso es lo que intento hacer ahora”, agregó.
Fuente: www.clarin.com



