Jujuy en el largo caminar de Atahualpa Yupanqui

Por Oscar Augusto Berengan
-colaboración especial-
Según palabras del hijo de Atahualpa Yupanqui, el Coya Chavero, en oportunidad de un viaje que realizara a nuestra provincia, su padre no llegó crudo a esta antesala del gran silencio americano, tomando esta frase literal de él mismo. Así fue que un año antes de decidir a radicarse en Jujuy por aproximadamente cuatro años (entre 1938 y 1942), con el objetivo de cumplir estrictas funciones de “Caminante Lírico” (Sic). Ya tendría tiempo suficiente para cargar la esponja.
Con un amigo sureño decidieron llegarse hasta el centro mismo del otrora gran Imperio Inca, aunque su objetivo con posterioridad, fuese trajinar in situ estas, nuestras postrimerías Coyas (Hombre del sur) del Incario. Aunque pudo ser posible que el hombre al detenerse el tren en la vieja estación del Ferrocarril Belgrano, con destino final Estación La Quiaca, se bajara a estirar las piernas. Está claro que, por esta vez, no se cumpliría el decir de Marta Mendicute en su bella zamba: “A Qué Volver”.
Al año siguiente y ya sentado sus reales, en esta capital, se instaló según me contara quien fuera su amigo durante la permanencia por estas tierras, Don Pablo Balduín, Atahualpa Yupanqui tomó una pieza en terrenos que actualmente ocupa un colegio privado en la calle San Martín al 800 el cual y para entonces, funcionaba como casa de pensión. Allí y siempre según palabras de Don Pablo, se instalaba horas en las mañanas, bajo un enorme gomero que estaba situado en un rincón del gran patio a estudiar y también, ir traduciendo en canciones inspiradas en nuestra geografía y habitantes.
De esa amistad y de otros jujeños como el Dr. Sánchez Iturbe, salió el dinero para que aquí pudiese publicar el primero de sus nueve libros, “Piedra Sola”: editado por Editorial Riba y Cía, el 10 de junio de 1941. El libro contiene una bella y testimonial ilustración de tapa de nuestros paisajes quebradeños, firmada por su contemporánea Jujeña: E. de Bárcena la cual -y me hago cargo de lo que digo- dudo que, por su trabajo, haya cobrado un solo peso. El libro comienza con una Dedicatoria de Don Ata: “Tierra mía! En el camino de tus montañas encontró mi corazón estas palabras. Lo grande, lo introducible, queda dentro de mí. Como una música recóndita, amparada en la fuerza cósmica de tu silencio”.
“Piedra Sola” dice: Parada junto al camino/ Piedra Sola./ ¿Qué vientos te derribaron/de la cumbre?/ íComo vives tu destino!/Piedra Sola/ Grandeza que no ha quebrado/ tu derrumbe…/Hondas penas me trajeron/ Piedra Sola./Largos caminos andando,/donde ti./íQué bien cumples tu destino!/ Piedra Sola./ íComo quisiera tu fuerza/para mi…!”.
Por último, solo agregar que me place señalar que si poseo esta primera edición de “Piedra Sola”, es merced a un inolvidable obsequio de mi Maistro, Néstor Groppa, hecho que alguna vez y en presencia del poeta jujeño, Ernesto Aguirre, una mañana andando por la Peatonal Belgrano prometiera regalármelo. Cabe destacar que Ernesto y a modo de broma, lo martirizaba a Groppa recordándole, cada vez que lo cruzaba por la calle:
– íEh, Groppa! ¿cuándo le va a dar el libro de Yupanqui, a Berengan? ¿Para qué lo hace ilusionar, si después no cumple su promesa?
Y Groppa no exento de cierta culpa, le respondía:
– íSí, tenés razón!, tengo un lío en la Biblioteca que me llevará un día por lo menos, ordenarla. Ya lo voy a encontrar para dárselo”.
Fuente: eltribunodejujuy.com