Esta es la mejor forma de aprovechar la incertidumbre para el crecimiento personal, según la psicología


Cambios en el trabajo, decisiones que no se terminan de definir, planes que se frenan o la sensación de que nada está del todo claro. Esa mezcla de dudas y falta de control tiene nombre propio: incertidumbre. Y aunque suele vivirse como una amenaza, la psicología sostiene que también puede abrir puertas para el crecimiento personal.

Según explicó la psicóloga española Raquel López, la incertidumbre es una experiencia común en cualquier etapa de la vida. Aparece en lo laboral, en lo afectivo, en la familia o en decisiones personales importantes. El problema surge cuando se intenta luchar contra ella ya que cuanto más intentamos anticiparlo todo, más crece el miedo y más se dispara la ansiedad.

Lejos de ser un obstáculo, la incertidumbre puede convertirse en una herramienta. Puede ayudarnos a reevaluar metas, explorar caminos nuevos y redirigir la vida hacia objetivos más alineados con nuestras necesidades reales. La clave está en saber cómo encararla.

Aunque la mayoría de las personas intenta evitar la incertidumbre, la psicología la reconoce como parte natural del crecimiento. Es incómoda, sí, pero también es una señal de que algo está cambiando. Y casi siempre, lo que cambia tiene potencial de crecimiento.

Según Raquel López, aceptarla es el primer paso para dejar de resistirse y empezar a observar qué está mostrando ese momento de desorden. La incertidumbre obliga a revisar lo que dábamos por hecho y a preguntarnos si seguimos queriendo lo mismo. En ese sentido, funciona como una alarma de reajuste: un espacio para repensar los objetivos y las prioridades personales.

El riesgo está en no gestionarla. Cuando se extiende demasiado o se vive sin herramientas, puede aparecer estrés, ansiedad, problemas de sueño, dificultades para concentrarse o incluso síntomas depresivos. Por eso, lejos de evitarla, la psicología propone aprender a transitarla.

1. Aceptarla como parte de la vida

La incertidumbre no es un error del sistema: es parte del sistema. Aceptarla reduce la resistencia interna y abre la puerta a nuevas posibilidades. Querer controlar absolutamente todo solo multiplica el malestar.

2. Reevaluar y enfocar lo que sí depende de uno

Muchas veces agrandamos los problemas por interpretaciones exageradas. Analizar objetivamente la situación, cuestionar el propio relato y separar lo controlable de lo no controlable ayuda a bajar la intensidad emocional.

3. Avanzar de a poco y con paciencia

El enfoque “de menos a más” —resolver lo simple antes de lo complejo— ayuda a no sentirse abrumado. En momentos de duda, la paciencia no es pasividad. Es una herramienta para permitir que las respuestas aparezcan con el tiempo.

4. Entender cómo influye la personalidad

No todas las personas toleran la incertidumbre igual. Quienes tienen pensamientos rígidos, del tipo “todo o nada”, suelen sufrir más. Pero la tolerancia se puede entrenar con práctica y recursos adecuados, cualquiera puede mejorar su relación con lo desconocido.

5. Ver la incertidumbre como una oportunidad de crecimiento

Cuando lo viejo deja de funcionar y lo nuevo todavía no aparece, surge el espacio para cambiar. La incertidumbre permite evaluar opciones, redefinir metas y elegir caminos más coherentes con lo que uno necesita hoy.

Fuente: www.clarin.com

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