entre el Cómic y Netflix, sigue vigente la lucha colectiva. Escribe Raúl Mamaní Guerrero

Contexto histórico y cultural

El Eternauta, creado por el escritor Héctor Germán Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López, se publicó originalmente en Argentina entre 1957 y 1959 como una historieta serializada en la revista «Hora Cero». Surge en un momento de efervescencia política y social: la Guerra Fría dominaba el panorama global, con tensiones nucleares y luchas ideológicas entre capitalismo y comunismo. En Argentina, tras el derrocamiento de Juan Domingo Perón en 1955, el país vivía una inestabilidad política marcada por gobiernos militares y una creciente represión. Oesterheld, un humanista de izquierda, imprimió en su obra una crítica velada a los autoritarismos y una defensa de la resistencia colectiva, temas que adquirirían mayor relevancia décadas después durante la dictadura militar argentina (1976-1983), época en la que el propio autor fue secuestrado y desaparecido por su militancia en Montoneros, el ala izquierda del movimiento peronista.

La trama y su estructura innovadora

La historia comienza con un recurso metaficcional: un guionista (alter ego de Oesterheld) recibe en su casa la visita de Juan Salvo, El Eternauta, un viajero eterno que relata una invasión extraterrestre a Buenos Aires. La ciudad es cubierta por una “nevada mortal” radiactiva, y Salvo, junto a un grupo de sobrevivientes: su amigo Favalli, su yerno Franco y el soldado López, se enfrenta a sucesivas oleadas de invasores alienígenas y sus colaboradores humanos. La narrativa combina ciencia ficción con elementos de thriller político, explorando no solo la lucha física, sino también dilemas éticos, como la traición, el sacrificio y la solidaridad.

La idea central: Resistencia colectiva y alegoría política

Oesterheld buscaba romper con el arquetipo del héroe individualista predominante en la cultura popular de la época, en especial desde las usinas productoras de EEUU. En El Eternauta, el protagonismo es colectivo: el grupo de personajes, representantes de distintas clases sociales y profesiones (un obrero, un intelectual, un militar), simboliza la unidad necesaria para resistir la opresión. Esta elección no era casual: el autor creía en el poder transformador de la acción comunitaria, un mensaje alineado con sus ideales socialistas.

La invasión extraterrestre funciona como una metáfora de las dictaduras y el imperialismo. Los “Ellos”, entidades cósmicas que controlan a los invasores, representan el poder opresor y deshumanizado, mientras que los humanos colaboracionistas (como los “hombres-mano”) encarnan la complicidad interna con regímenes autoritarios. La elección de Buenos Aires como escenario -con referencias concretas a barrios como Belgrano o Núñez- refuerza la idea de que la amenaza no es abstracta, sino una realidad latente en el contexto argentino.

En El Eternauta, la elección de los barrios de Belgrano y Núñez como escenarios clave refleja la crítica a la complicidad de las clases dominantes con sistemas opresores. Oesterheld y Solano López utilizan el Estadio Monumental de River Plate, ubicado en Nuñez, como base de operaciones de los invasores alienígenas para simbolizar cómo las elites pueden aliarse con fuerzas externas para mantener su poder. La «nevada mortal» que afecta principalmente a los sectores populares, pero perjudica por igual a todos, evidenciando la ironía de que incluso las elites no son inmunes a las consecuencias de su colaboracionismo, quedando como los traidores que son en la vida real.

Legado y reinterpretación

La obra trasciende su época gracias a su densidad simbólica. La segunda parte, publicada en 1976 (ya en plena dictadura), profundiza en el tono oscuro: Juan Salvo, convertido en un errante atemporal, simboliza la búsqueda infructuosa de justicia en un mundo dominado por la opresión. Trágicamente, el destino de Oesterheld -desaparecido en 1977 junto a cuatro de sus hijas- convirtió El Eternauta en un emblema de la resistencia y memoria activa en Argentina y en América Latina.

El Eternauta es mucho más que una historieta de ciencia ficción: es un manifiesto político, un ejercicio de memoria y una advertencia atemporal sobre los peligros de la alienación y el autoritarismo. Oesterheld logró fusionar entretenimiento y compromiso social, creando una obra que, como su protagonista, viaja a través del tiempo para recordarnos que la lucha por la libertad siempre es colectiva. Su vigencia se renueva en cada contexto donde la humanidad enfrenta sus propios “Ellos”.

El Eternauta, la historia que resiste desde la pantalla de los “Ellos”

La serie de Netflix basada en el emblemático cómic El Eternauta no es simplemente una adaptación artística: es un manifiesto político, una relectura contemporánea de una obra profundamente enraizada en la historia y la lucha del pueblo argentino y latinoamericano. Protagonizada por Ricardo Darín y Carla Peterson, con la participación de números actores, incluso una venezolana, con una clara muestra de la unidad latinoamericana, y dirigida por Bruno Stagnaro. La producción resignifica el relato original al trasladarlo a un presente reconocible, en plena década de 2020, sin por ello despojarlo de su esencia fundante: la solidaridad colectiva frente al terror, la deshumanización y la invasión.

Uno de los principales aciertos de la serie es su fidelidad a la idea central del cómic: la resistencia popular como única salida posible ante el avance del enemigo. Esta idea, magistralmente llevada a la pantalla, se mantiene intacta incluso cuando se modifica el contexto temporal. El cambio de época no es un capricho narrativo: es una decisión política que permite vincular de manera directa las amenazas del pasado con las del presente. El enemigo ya no es solo una metáfora alienígena: es el invasor concreto, como lo fue en la Guerra de Malvinas (1982), donde el protagonista de la serie -un excombatiente- encarna las secuelas de una guerra mal conducida por una dictadura genocida (1976), cómplice del triunfo británico y el avance del imperialismo en las tierras latinoamericanas, y en especial, Argentina, con el avance del neoliberalismo en los años ’90.

En esa línea, la serie profundiza la mirada crítica sobre las traiciones internas. Así como los “manos” del cómic original eran marionetas del verdadero poder invasor, aquí los gobiernos argentinos que abrieron las puertas al saqueo extranjero cumplen ese mismo rol de intermediarios entreguistas. Desde la dictadura de 1976 hasta el actual gobierno de Javier Milei, pasando por el menemismo y el macrismo, se dibuja con nitidez la genealogía del neoliberalismo en Argentina, de la mano del FMI, las privatizaciones, y la destrucción del tejido productivo nacional, llevando a una estructural desocupación en la clase trabajadora.

Resulta especialmente simbólica la elección del estadio Monumental -ubicado en un barrio históricamente asociado a sectores dominantes- como base de operaciones de los invasores. Es una lectura geopolítica clara, que retoma la mirada de Oesterheld sobre la lucha de clases y la disposición territorial del poder. Aunque River Plate es un club popular, su estadio y su ubicación funcionan aquí como representación de una élite que entrega, desde sus comodidades, el cuerpo del pueblo a la represión y al saqueo.

Uno de los momentos significativos de la serie, es al inicio cuando el personaje principal (Ricardo Darín) se encuentra con Ariel Staltari, actor que personifica a Omar, éste regresa a la Argentina tras veinte años, exiliado desde la crisis del 2001, producto de las políticas neoliberales del menemismo y su continuación bajo el gobierno De La Rúa. Esa crisis -como la actual- no fue casual, sino parte de un modelo económico devastador, aquí hay que incluir la complicidad de sectores políticos como el PJ y la UCR, que, en distintas etapas, avalaron estas políticas de entrega. Más allá, que la serie no apunta a desmontar esta encrucijada política que vivimos los argentinos en estos últimos 40 años, es mas que seguro que los autores de El Eternauta estarían reflejando estos flagelos que padecemos. Es por eso, que es interesante que los productores de la serie a través de algunas escenas y diálogos dejen pincelazos de las ultimas décadas vividas y resistidas por el pueblo argentino.

En definitiva, El Eternauta versión Netflix no solo es una adaptación fiel, sino una obra potente, urgente, profundamente argentina. Conserva el núcleo ético de Oesterheld: la idea de que la salida es colectiva o no será. Ante el individualismo feroz que promueven los seguidores libertarios del actual gobierno, la serie nos recuerda que el pueblo argentino ha resistido antes y lo volverá a hacer, una muestra de eso es la lucha sistemática que vienen sosteniendo todos los miércoles los trabajadores-jubilados. La solidaridad, la organización y la lucha son nuestras armas de defensa frente al embate de libre-mercado. Y como en el cómic original, el futuro está en manos de quienes no se resignan a que el país y toda América Latina siga siendo entregado a intereses foráneos. Saludamos esta producción Argentina en Netflix, que seguramente tiene muchas más lecturas, la que reflejamos aquí, solo es una visión critica con la intención que ayude a fortalecer la resistencia que necesitamos en tiempos de invasores, que no son alienígenas, son mas que terrenales, aunque invocan «las fuerzas del cielo», sabiendo que las fuerzas de las y los trabajadores junto a los sectores populares serán las encargadas de levantar el ideal de El Eternauta: La Lucha Colectiva.

*- Por Raúl Mamaní Guerrero
Integrante de La Historia en Disputa 



Fuente: www.lavozdejujuy.com

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