En un mensaje a industriales argentinos, el Papa destacó la importancia de pagar “salarios justos” a los obreros


En un mensaje a los industriales argentinos congregados en su encuentro anual, que constituyó el primero de su pontificado dirigido a la Argentina, el Papa León XIV destacó la importancia de pagar “salarios justos” porque “el bien común exige que la producción y el beneficio no se persigan de manera aislada, sino que se orienten a la promoción integral de cada hombre y de cada mujer”.

A la vez, el pontífice advirtió sobre el riesgo de una visión meramente economicista del quehacer de la sociedad, que relega la centralidad de la dignidad humana, al señalar que “la Iglesia recuerda que la economía no es un fin en sí misma, sino un aspecto esencial, pero parcial, del tejido social, en el que se desarrolla el proyecto de amor que Dios tiene para cada ser humano”.

El mensaje fue leído durante la 31º Conferencia Industrial de Argentina que organiza la Unión Industrial (UIA) y que en esta ocasión se realiza este jueves en el Centro de Convenciones de Buenos Aires bajo el lema “El futuro de produce hoy” con la presencia de numerosos empresarios y la participación de disertantes como el ministro de Economía, Luis Caputo.

León XIV comienza subrayando el hecho de que la conferencia se realice “en el marco del Jubileo de la Esperanza -un año especial de perdón que está transitando la Iglesia católica-, una entrañable ocasión para reconocer que la economía y la empresa, cuando se orientan al bien común, pueden y deben ser motores de futuro, de inclusión y de justicia”.

A continuación exalta la vigencia de la encíclica Rerum Novarum, de León XIII, fundacional de la Doctrina Social de la Iglesia en su forma actual. en la que se denunciaban “las condiciones injustas de muchos trabajadores” y, en ese sentido, “se subrayaba el derecho a un salario justo, a formar asociaciones y a vivir con dignidad”.

“Por eso, mi predecesor León XIII recordaba que, si los trabajadores reciben un salario justo, ello les permite no sólo sostener a sus familias, sino también aspirar a una pequeña propiedad y amar más la tierra trabajada por sus propias manos, de la que esperan sustento y dignidad, y así, abrirse a más altas aspiraciones para su vida y la de los suyos”, señala.

En referencia al riesgo de los despidos, dice que León XIII “advertía también que quienes gozan de abundancia material deben evitar cuidadosamente perjudicar en lo más mínimo el sustento de los menos favorecidos, el cual —aunque modesto— se debe considerar sagrado, precisamente porque constituye el sostén indispensable de su existencia”.

“Estas palabras resuenan como un desafío constante, porque nos invitan a no medir el éxito de la empresa únicamente en términos económicos, sino también en su capacidad de generar desarrollo humano, cohesión social y cuidado de la creación”, sostiene.

Puntualiza que “en Argentina, esta visión encuentra un ejemplo luminoso y cercano en el venerable siervo de Dios Enrique Shaw, empresario que entendió que la industria no era sólo un engranaje productivo ni un medio de acumulación de capital, sino una verdadera comunidad de personas llamadas a crecer juntas”.

“Su liderazgo se distinguió por la transparencia, por la capacidad de escucha y por el empeño para que cada trabajador pudiera sentirse parte de un proyecto compartido”, dijo respecto de quien se encamina a ser el primer empresario beato en el mundo dado que su proceso está muy cerca de concluir en el Vaticano.

Afirmó que “en él, la fe y la gestión empresarial se unieron de manera armónica, demostrando que la Doctrina Social no es una teoría abstracta ni una utopía irrealizable, sino un camino posible que transforma la vida de las personas y de las instituciones al poner a Cristo como centro de toda actividad humana”.

“Enrique promovió salarios justos, impulsó programas de formación, se preocupó por la salud de los obreros y acompañó a sus familias en sus necesidades más concretas”, dice y señala que “no concebía la rentabilidad como un absoluto, sino como un aspecto importante para sostener una empresa humana, justa y solidaria”.

Añade que “en sus escritos y decisiones se percibe claramente la inspiración de Rerum Novarum, que pedía a los empresarios ‘no considerar a los obreros como esclavos; respetar en ellos, como es justo, la dignidad de la persona, sobre todo ennoblecida por lo que se llama el carácter cristiano’”.

“Pero la coherencia del Siervo de Dios no se limitó al ejercicio de su profesión: también conoció la incomprensión y la persecución profetizadas por Cristo para los que trabajan por la justicia” (porque) fue encarcelado en tiempos de tensiones políticas y aceptó esa experiencia con paz y serenidad”, afirma en implícita referencia a la persecución de Perón a la Iglesia en 1955.

Destaca que “más tarde afrontó la enfermedad, pero nunca dejó de trabajar ni de alentar a los suyos. Ofrecía el sufrimiento a Dios como acto de amor y, aún en medio del dolor, se mantenía cercano a sus obreros”.

“Su vida muestra que se puede ser empresario y santo, que la eficacia económica y la fidelidad al Evangelio no se excluyen, y que la caridad puede penetrar incluso en las estructuras industriales y financieras”, sostiene.

En la parte final, les dice: “Queridos amigos: La santidad debe florecer precisamente allí donde se toman decisiones que afectan la vida de miles de familias. El mundo necesita con urgencia empresarios y dirigentes que, por amor a Dios y al prójimo, trabajen en favor de una economía que esté al servicio del bien común”.

“Que esta Conferencia Industrial sea un espacio para renovar el compromiso con una industria innovadora, competitiva y, sobre todo, humana, capaz de sostener el desarrollo de nuestros pueblos sin dejar a nadie atrás”, anhela.

Y concluye: “Los encomiendo a la intercesión de san José obrero y de corazón les imparto la implorada bendición apostólica”.

Fuente: www.clarin.com

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