Empieza el juicio contra la empleada doméstica que mató a un ingeniero en un country de Pilar: “No hay pruebas”

Un celular, un parlante, algunas cadenitas, 300 dólares y un candelabro. Ese fue el botín. Rosalía Soledad Paniagua (36) está detenida y este lunes 3 de noviembre se enfrentará a los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal N° 4 de San Isidro. Está acusada del homicidio de Roberto Wolfenson (71), el ingeniero electrónico asesinado en el barrio La Delfina, de Pilar, el 22 de febrero de 2024.

Durante este tiempo, Paniagua pidió insistentemente cualquier tipo de morigeración para regresar a su casa porque tiene un bebé -que ahora cumplió 2 años-, pero la Justicia se lo negó.

Ni siquiera hay suficientes pruebas para que me sigan teniendo acá sabiendo la salud de mi bebé”, aseguró la imputada en un breve intercambio con Clarín, preocupada por su hijo, que necesita de un tratamiento.

Ahora deberá sentarse en el banquillo de los acusados y se enfrenta a la pena máxima: prisión perpetua.

Roberto Wolfenson tenía 71 años.Roberto Wolfenson tenía 71 años.

La investigación

El ingeniero electrónico Roberto Wolfenson estaba en su casa del lote 397 del barrio privado cuando lo sorprendió Paniagua. La mujer, que había llegado por recomendación de un vigilador del barrio, estaba reemplazando a la empleada doméstica durante sus vacaciones. Ese día, el 22 de febrero de 2024, era el último.

Paniagua había comenzado a trabajar en esa casa el 2 de febrero. Inicialmente había sido contratada hasta el 29 porque Gladys, que trabajaba con los Wolfenson “hacía años”, se reincorporaría el 5 de marzo. Pero la mujer anticipó su regreso y aquel día, el del crimen, Wolfenson le pagó a Paniagua y le pidió que ya no regresara.

La casa de la familia Wolfenson en el country La Delfina, de PilarLa casa de la familia Wolfenson en el country La Delfina, de Pilar

La muerte violenta del ingeniero no estuvo clara desde el principio: pasó más de un mes hasta que las piezas del rompecabezas empezaron a encajar.

El viernes 23 de febrero, cuando llegó su profesor de piano, alrededor de las 16, alertó a un vecino y a la seguridad del barrio porque nadie atendía. Pasaron 25 minutos hasta que lograron comunicarse con la pareja del ingeniero, Graciela Orlandi (72).

La puerta principal estaba cerrada con llave y nada había sido forzado. Usaron el acceso lateral, por el lavadero, que no estaba trabado. Orlandi se había ido de viaje toda la semana y, a su regreso, había pasado la noche en el departamento que su hija tiene en la Ciudad de Buenos Aires. Desde esa casa dio autorización para que entraran al domicilio.

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Roberto Wolfenson (71) fue asesinado en su casa del barrio privado La Delfina. Por el crimen está detenida la empleada doméstica.

Wolfenson estaba muerto. Lo encontraron en la planta alta, en un cuarto de invitados, tendido en el suelo, justo al costado de una cama.

El cuerpo estaba boca arriba, con sangre en la cara y en las manos. Wolfenson, se supo después, tenía la misma ropa con la que había salido a correr el día anterior. Y este dato sería clave para todo lo que vendría después.

La seguridad del barrio llamó a una ambulancia de la empresa Vital y tanto el supuesto médico como el primer forense que llegó a la escena indicaron el el fallecimiento era producto de un paro cardiorrespiratorio por “un ACV isquémico“.

La certificación de muerte por "paro cardiorrespiratorio súbito" del ingeniero Roberto Wolfenson (71) en un country de Pilar, firmada por el médico "Javier Mejía López", pero era su hermano.La certificación de muerte por “paro cardiorrespiratorio súbito” del ingeniero Roberto Wolfenson (71) en un country de Pilar, firmada por el médico “Javier Mejía López”, pero era su hermano.

Fue gracias al trabajo de una oficial de la comisaría de Pilar que dieron intervención al fiscal Andrés Quintana, quien ordenó que fuera trasladado a la morgue para realizar la autopsia.

Quintana, además de ser el fiscal de turno, había sido parte del equipo que había investigado por segunda vez el crimen de María Marta García Belsunce, asesinada el 27 de octubre de 2002 en su casa del country Carmel de Pilar. Tenía claro lo que podía pasar si la autopsia no se ordenaba de inmediato.

Fue esa decisión la que cambió el rumbo de la investigación. La segunda, la definición de la data de muerte.

Finalmente la autopsia determinó que Wolfenson había sido víctima de un homicidio: estrangulamiento con lazo. Pero la data de muerte desvió la investigación y no permitió llegar a la ahora acusada, al menos enseguida.

La autopsia había establecido la data de la muerte durante la noche del jueves 22 de febrero. Paniagua había dejado la casa minutos antes de las 14. Por eso, hasta mucho después, nadie la investigó.

Wolfenson tiene hijos producto de un matrimonio anterior y las miradas se posaron sobre su pareja, Graciela Orlandi.

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La empleada doméstica suplente es la principal acusada del homicidio de Roberto Wolfenson.

Además, el teléfono de la víctima había desaparecido pero se había registrado una conexión al WhatsApp de Wolfenson desde la computadora de la hija de Orlandi, que también había ingresado a sus cuentas bancarias para transferirse el dinero.

La víctima había dejado de responder mensajes durante la noche del jueves (al menos eso se creía porque Orlandi modificó la hora de la última conexión).

“Fue encontrar quién era el autor porque la data de la muerte sacaba de la escena a Paniagua, eso sumado a lo que había dicho el médico legista y la ambulancia, que era una muerte natural. También apareció una conexión previa en la estación de tren. Más los ingresos al home banking, fueron todas cosas que desviaron la investigación”, contó Tomás Farini Duggan, abogado de los hijos de Wolfenson.

“Después se aclaró esto y cuando Daniel Salcedo, un ex jefe de la Policía Bonaerense que actuó como perito de parte en la causa, corrigió la data de muerte, se pudo avanzar con la investigación”, explicó.

La rectificación de la autopsia determinó que Wolfenson había sido asesinado entre 24 y 48 horas antes, lo que cambió el rumbo de la investigación.

La detención de Paniagua

Con ese dato, el celular de Wolfenson fue la punta del ovillo. Paniagua había dejado La Delfina minutos antes de las 14 del día del crimen. Casualmente entonces nadie había revisado su mochila, una práctica habitual en barrios privados.

A las 14.18, la mujer ingresó al andén y -se cree- tenía en su mano izquierda el celular de la víctima. A las 14.22, se sentó en un banco y las cámaras de seguridad de la estación permitieron observar a Paniagua manipulando un teléfono que guardó en la mochila y que no era el suyo.

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Crimen del country. El video que compromete a la empleada doméstica.

Las antenas corroboraron que ese día y a esa hora la mujer activó su propio teléfono en ese punto.

También detectaron un apósito en una mano y que se observaba la otra como si estuviera lastimada. Sospechan que, producto del forcejeo, terminó con lesiones y que estaba mirándolas. Con esos indicios allanaron su casa y encontraron el parlante rojo y negro que faltaba en la casa de los Wolfenson.

La pareja de Paniagua, con quien tuvo un bebé que en ese momento tenía un año, confesó haber vendido el candelabro de bronce macizo con siete brazos, llamado Menorah y usado en celebraciones judías. Y los investigadores llegaron al lugar donde reconocieron haberlo fundido.

La imputada, días después del homicidio.La imputada, días después del homicidio.

Con esas pruebas, el fiscal Germán Camafreitas, que contó con la colaboración de la Fiscalía Especializada en Ciberdelito, a cargo de Alejandro Musso, y con la coordinación del fiscal general John Broyad, logró la detención.

Fue así que pudieron cotejar la prueba más importante a la que se enfrentará Paniagua en el juicio: encontraron ADN de la mujer debajo de las uñas de Wolfenson y también pelos suyos en la escena del crimen.

“Félix”, el fantasma

La mujer intentó instalar una versión de una tercera persona en la escena del crimen. Un hombre llamado Félix, a quien señaló como “amante” de Wolfenson y con quien él habría tenido una discusión la tarde del hecho.

Paniagua, que también dijo haber sido víctima de una golpiza y amenazas de parte de esta persona, afirmó que fue él quien la obligó a llevarse el celular, un candelabro, joyas y un parlante que puso en su mochila para pagar su silencio.

No hubo ningún elemento en el expediente, en la casa ni en las pericias posteriores que permitiera corroborar su versión. Nadie nunca supo de “Félix” ni si existía realmente.

EL crimen de Wolfenson

Paniagua no tiene obligación de decir la verdad en su declaración y, según establece el Código Penal, puede mentir para favorecerse. Lejos de beneficiarla, su declaración terminó por ubicarla en la escena del crimen.

Además, confesó el robo del celular de la víctima y otros objetos de valor que se llevó de la casa. Ella, sin embargo, insiste en que “no hay pruebas suficientes” en su contra.

Este lunes 3 de noviembre, desde las 9.30, en los Tribunales de San Isidro, la mujer será juzgada por los jueces Esteban Andrejin y Osvaldo Rossi, los mismos que absolvieron a Nicolás Pachelo por el crimen de García Belsunce, aunque luego Casación le dio perpetua.

Los primeros en declarar serán el profesor de piano, el médico de la ambulancia, el vecino y el primer policía en llegar a la escena. Prevén que habrá audiencias el lunes 3, el miércoles 5 y el viernes 7, además del lunes 17 y el miércoles 19 de noviembre.

Fuente: www.clarin.com

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