El respado de Estados Unidos no resuelve el gran problema de Milei

El gran Rudiger Dornbusch capturó con genialidad la naturaleza errática de las tendencias económicas: “En economía, las cosas tardan más en suceder de lo que uno cree, y luego suceden más rápido de lo que uno pensaba”.

El economista del MIT, fallecido en 2002, seguramente no pensaba en Javier Milei cuando dijo eso. Pero conocía Argentina lo suficientemente bien como para comprender los riesgos de una crisis monetaria en un país con problemas crónicos de inflación.

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La velocidad a la que se desmoronaba el plan económico de Milei coincide con la observación de Dornbusch: en solo tres meses, el peso argentino perdió alrededor del 20% de su valor frente al dólar, el peor rendimiento de todas las monedas. El pánico se extendió la semana pasada, lo que obligó al banco central a vender más de US$1.000 millones en reservas para frenar la depreciación, mientras los bonos soberanos del país se desplomaban. Meses de incoherencia política y una obsesión por controlar el tipo de cambio han alimentado las dudas de los inversores sobre todo el marco macroeconómico de Argentina.

Por eso, la promesa del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, el lunes de proporcionar “todas las opciones para la estabilización” a Argentina es una medida tan significativa para sacar a la economía, propensa a las crisis, de una peligrosa espiral de volatilidad. Le da a Milei, quizás el aliado ideológico más fuerte de Estados Unidos en el hemisferio, un salvavidas para recuperar su agenda económica y centrarse en las cruciales elecciones de mitad de mandato del próximo mes.

El presidente Javier Milei en Paraguay 17092025

Sin embargo, no resuelve el mayor problema del presidente libertario: su debilidad política interna. A pesar de los evidentes errores de su plan económico, la actual agitación de Argentina es, en esencia, política, resultado de un grave error de cálculo del gobierno. Y aunque evitar una crisis financiera con la ayuda de EE.UU. refuerza la postura de Milei, este sigue necesitando cambiar su estrategia de gobierno para recuperar la iniciativa política y la popularidad.

Milei y su asesora principal, su hermana Karina, pensaban que no necesitaban una gran coalición política para proteger la extrema debilidad institucional de su administración. Apostaron por que el éxito en la reducción de la inflación y la pobreza, combinado con los altos pero desiguales índices de aprobación de Milei, compensaría su falta de representación en el Congreso y los gobiernos provinciales. Se equivocaron.

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La táctica funcionó en 2024 y principios de 2025, en parte porque la oposición era cautelosa a la hora de enfrentarse a un nuevo presidente popular. Pero comenzó a fallar cuando Argentina se acercaba a las elecciones y la popularidad del presidente empezó a caer. En lugar de buscar aliados y partidarios afines para reforzar la gobernabilidad, los Milei llenaron las papeletas con leales y personas ajenas al partido sin experiencia, descartando la política clientelista habitual.

El resultado: los posibles aliados del gobierno se dividieron en varias facciones, mientras que la oposición peronista, la más perjudicial, se mantuvo unida. Un escándalo de corrupción inoportuno, junto con los problemas económicos que se avecinaban y la mala organización de la campaña, provocó una derrota mayor de lo esperado para el partido de Milei en las elecciones provinciales de Buenos Aires, lo que supuso una victoria revitalizante para el peronismo. A pesar del respaldo de EE.UU., las perspectivas para las elecciones del 26 de octubre siguen siendo difíciles para el gobierno.

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Si se tratara de cualquier otro país, el profundo impacto en los mercados de unas elecciones locales sería inexplicable. Es más, los indicadores económicos de Argentina son mucho mejores que en crisis anteriores: el presupuesto está equilibrado, la reciente depreciación de la moneda —que hasta ahora no ha tenido un impacto significativo en el proceso de desinflación— está mejorando la competitividad y las necesidades de financiación para 2026 parecen manejables. A pesar de que todos los economistas advierten de la sobrevaloración del peso, Argentina ha registrado superávits comerciales desde finales de 2023 y su déficit por cuenta corriente está lejos de ser un problema.

Pero Argentina es la bestia negra de los mercados mundiales, donde incluso pequeños cambios en las expectativas hacen que el riesgo país se dispare. Una nación que ha fracasado tantas veces en la reforma económica está siempre a un paso de otro desastre. Por eso considero que esta crisis es esencialmente política: además de los problemas de gobernabilidad de Milei, las elecciones de Buenos Aires recordaron a todos que los peronistas podrían volver al poder y, con ellos, la economía arcaica que causó tanto daño al país en las últimas dos décadas.

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La decisión de Bessent le da a Milei cierta credibilidad entre los inversores. Es la recompensa por la apuesta de Milei por el presidente Donald Trump desde mucho antes de su regreso a la Casa Blanca. Pero eso no absuelve al líder argentino de sus propios errores. En todo caso, Milei debería aprender una lección dolorosa: debería haber cuestionado la sostenibilidad de su éxito inicial y haberse centrado en construir bases políticas más sólidas en lugar de dar vueltas arrogantes de victoria.

¿Qué vendrá después? En un mundo perfecto, Milei utilizaría el salvavidas estadounidense para mejorar el diálogo con los legisladores y otros agentes de poder, participando en las negociaciones que cualquier gobierno minoritario necesita para sobrevivir. El libertario ha suavizado su tono desde la humillante derrota y está tratando de parecer más conciliador, pero los giros bruscos no son su especialidad. También se enfrenta a una contradicción arriesgada: actuar como un político convencional puede alejar a su base sin ganarse a los votantes centristas.

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Además, Milei debe actuar con cautela en su reunión con Trump el martes en Nueva York. Como ha demostrado recientemente Brasil, el buen viejo antiamericanismo sigue dando sus frutos a los nacionalistas latinoamericanos, y una implicación excesiva de EE.UU. en los asuntos internos de Argentina podría resultar contraproducente.

Por encima de todo, el presidente debería estar preparado para una nueva relación con el Congreso, los gobiernos locales y sus aliados tras las elecciones de mitad de mandato. Si obtiene malos resultados en las elecciones, volverán a surgir dudas sobre su capacidad de gobernar. Pero incluso con un resultado sorprendentemente bueno, necesitará una alianza política más amplia para aprobar todas las reformas que quiere llevar a cabo en la segunda mitad de su mandato. Eso es algo que ni todo el apoyo del Tesoro estadounidense puede conseguir.



Fuente: www.perfil.com

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