El paraíso natural escondido en Tarragona con aguas turquesas y paisajes únicos


A tan solo 40 kilómetros de Tarragona se encuentra un paraíso natural escondido que parece sacado de un cuento. En medio de un bosque frondoso y rodeado por el rumor del río Brugent, este rincón de aguas turquesas se ha convertido en uno de los secretos mejor guardados de Catalunya.

Lejos del bullicio de las playas, este rincón paradisíaco invita a sumergirse en la tranquilidad. Sus aguas frías y transparentes, que caen en cascada desde unos 15 metros de altura, forman una piscina natural perfecta para refrescarse en los días más calurosos del verano.

El entorno, cubierto de vegetación autóctona, conserva intacta la esencia de los paisajes mediterráneos de montaña. Helechos, pinos y encinas se mezclan con el murmullo del agua, creando una atmósfera de serenidad absoluta. Cada rincón parece diseñado para detener el tiempo y disfrutar de la naturaleza en su forma más pura.

Pero más allá de su belleza natural, este lugar encierra una historia que lo hace aún más fascinante. Una leyenda habla de una “bruja buena” que, siglos atrás, habitó en estas montañas y dio origen al nombre de este enclave mágico.

El protagonista de esta historia es el Toll de l’Olla, una poza natural situada cerca del pequeño pueblo de Farena, en la comarca del Alt Camp. Se trata de una cavidad circular excavada durante miles de años por la fuerza del río Brugent, que nace en las montañas de Prades y recorre un valle repleto de vida antes de unirse al río Francolí.

El agua cae en forma de cascada sobre un fondo de roca, creando un remanso de color verde esmeralda que atrae a senderistas, fotógrafos y aventureros cada verano. Aunque en los meses de más calor puede haber visitantes, aún conserva su carácter salvaje y su encanto de lugar oculto entre las montañas.

El pueblo de Farena, punto de partida hacia el Toll de l’Olla, conserva una arquitectura medieval que parece detenida en el tiempo: calles empedradas, casas de piedra y una iglesia románica del siglo XII. En verano, el lugar revive gracias a los excursionistas y a quienes buscan reconectarse con la naturaleza.

A diferencia de otras piscinas naturales de la provincia, como la Fontcalda —famosa por mantener una temperatura constante todo el año—, el Toll de l’Olla sorprende por su frescura y el contraste de colores entre el bosque y el agua. Es, sin duda, una joya natural que combina belleza, historia y calma.

La ruta hacia el Toll de l’Olla comienza en la entrada del pueblo de Farena, donde hay un pequeño aparcamiento. Desde allí parte un sendero circular de unos seis kilómetros que atraviesa uno de los paisajes forestales más vírgenes de las montañas de Prades.

El recorrido es sencillo y apto para la mayoría de los caminantes. En unos 45 minutos se alcanza la poza, aunque en el último tramo conviene avanzar con precaución, ya que la bajada puede ser resbaladiza. El camino, sin embargo, recompensa con vistas espectaculares, aire puro y el sonido del agua como banda sonora.

Se recomienda visitar el lugar temprano en verano, cuando aún reina la calma y el entorno muestra su lado más auténtico. En los últimos años, su popularidad ha crecido, por lo que mantener el respeto ambiental es esencial: recoger los residuos, evitar cremas solares contaminantes y preservar la vegetación son claves para conservar este espacio único.

Fuente: www.clarin.com

Artículos Relacionados

Volver al botón superior