El espíritu de Hisham El Naggar y sus relatos


El 4 de octubre estrenamos en el Teatro Payró, Hace como si entendieras, la última obra que escribió mi querido amigo Hisham El Naggar antes de su fallecimiento en 2013. Volver a ese teatro tan entrañable, en el que trabajé tantas veces y que siento como una casa, siempre es una alegría. Pero esta vez la emoción es doble, porque se trata de darle vida a un texto que guarda mucho de su espíritu y de nuestra amistad.

Conocí a Hisham en 2005, cuando dirigí su primera obra, La mujer del manto gris. Desde ese estreno se abrió un camino de colaboración y afecto que nos llevó a compartir varias aventuras teatrales: Cruz blanca sobre fondo rojo, Los que volar no saben y La razón derrocada. Cada proyecto era una excusa para seguir pensando juntos, para discutir, para reírnos, para probar hasta dónde podía llegar el cruce de lenguajes y de mundos que tanto le gustaba explorar.

Quienes lo conocieron saben que Hisham tenía esa capacidad rara de tender puentes entre culturas. Nacido en El Cairo, formado como economista, con una vida que lo llevó a Ginebra, Beirut y Estados Unidos, encontró en Buenos Aires el lugar donde volcar toda su creatividad. Cosmopolita por naturaleza y argentino por elección, sus obras siempre escondían ese gesto: personajes extranjeros dialogando con argentinos, escenarios internacionales filtrados por la mirada local. Humor, lirismo, crítica social, pero también ternura y humanidad. Su teatro respiraba ese aire mestizo, universal y profundamente cercano a la vez.

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Hace como si entendieras es, de alguna manera, un juego con nuestra relación con Edgar Allan Poe. La acción transcurre en el living ostentoso de una casa de country, donde un grupo de amigos decide inventar relatos inspirados en Poe. Lo que empieza como una travesura literaria se transforma poco a poco en un terreno de tensiones, donde laten las referencias a La máscara de la muerte roja, El corazón delator o El barril de amontillado, mezcladas con envidias, traiciones, secretos y una violencia que siempre amenaza con desbordarse. Y, como un espectro que lo altera todo, aparece “Edgar”, un personaje enigmático que trae consigo una venganza digna de Hop-Frog.

Lo que me resulta fascinante es que la obra no se queda en la cita literaria, ni en el homenaje culto. Lo que propone es algo más profundo: cómo metabolizamos esos relatos de terror desde nuestra propia experiencia. El country cerrado no es solo un escenario; es también un símbolo de los privilegios, de los miedos y de las fantasías de control que atraviesan nuestra sociedad. En ese choque entre Poe y el conurbano bonaerense aparece la voz única de Hisham, con un humor negro afilado y una mirada que nunca dejaba de interpelar.

Hay un detalle de la puesta que me resulta muy significativo. Decidí incluir en la escenografía una máscara veneciana que Hisham me regaló hace algunos años. Quizás, sin decirlo, él ya estaba aludiendo a La máscara de la muerte roja. Para mí, esa máscara es un puente silencioso entre su imaginación y esta nueva etapa de la obra; un símbolo de lo que él nos dejaba y de cómo seguimos dialogando con sus gestos y sus ideas. Cada vez que la veo en el escenario, siento que él también está presente, mirando desde algún rincón.

Hace como si entendieras fue su último legado, un texto escrito poco antes de partir. Junto con su hermano Ossama decidimos sacarlo de los papeles y producirlo este año en el Payró, convencidos de que era el mejor modo de mantener viva su voz. Para mí, reencontrarme con él a través de sus palabras, con sus obsesiones, su ironía y su ternura, es también una forma de amistad que sigue.

Sé que la noche del estreno estuve acompañado, además del elenco y del público, por la memoria de Hisham, por nuestras charlas interminables, por su entusiasmo contagioso y por esa manera suya de hacernos sentir que siempre era posible inventar algo nuevo. En definitiva, a “hacer como si entendiéramos” que el teatro es, al final, el único lugar donde todo puede suceder.

*Director de Hace como si entendieras de Hisham El Naggar. La obra se presenta los sábados en el Teatro Payró.



Fuente: www.perfil.com

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