Despiertan microbios de 40.000 años que empiezan a “comerse” el carbono del hielo


En lo profundo del Ártico, bajo capas de hielo y tierra acumuladas durante milenios, está guardado uno de los mayores archivos biológicos de la Tierra: microbios. Materia orgánica, restos vegetales, suelos y comunidades ocultas de vida microscópica.
Lo que durante décadas se creyó inerte, un depósito helado e inmutable, ahora desafía esa idea: un reciente estudio demostró que microbios que habían permanecido congelados hasta 40.000 años pueden resucitar cuando el suelo se descongela y lo que hacen al volver a la vida podría tener consecuencias globales.
Este hallazgo pone bajo la lupa la relación entre el deshielo del permafrost y la crisis climática: esos microbios antiguos podrían convertirse en actores activos de un efecto dominó, liberando carbono almacenado en forma de gases de efecto invernadero. Un giro inesperado, que la ciencia hoy ya no ignora.
El descubrimiento provino de un equipo de geólogos y biólogos de la University of Colorado Boulder, en colaboración con investigadores del California Institute of Technology (Caltech).
Recolectaron muestras de permafrost —una mezcla de hielo, tierra, rocas y materia orgánica— de un túnel de investigación en Alaska, cercano a Fairbanks, Alaska.
Esas muestras, algunas con hasta 40.000 años de antigüedad, fueron llevadas al laboratorio, descongeladas y expuestas a temperaturas moderadas similares a un verano ártico.
Durante los primeros meses, la reactivación fue lenta: apenas unas pocas células microbianas por día parecían “despertar”.
Pero con el paso del tiempo, esas células comenzaron a reproducirse, a formar colonias densas, a reparar sus membranas y —lo más notable— a metabolizar la materia orgánica congelada, liberando dióxido de carbono (CO₂) y metano (CH₄).
Los resultados, publicados en la revista especializada Journal of Geophysical Research: Biogeosciences, confirman que esos microbios no estaban muertos, simplemente estaban dormidos. Al volver a condiciones favorables, retomaron su ciclo vital.
El hallazgo no es solo una curiosidad: tiene implicancias ambientales profundas. Aquí algunas de las razones por las que este despertar microbiano preocupa:
En ese sentido, la investigación ya no es solo un experimento: es una llamada de atención de la ciencia sobre lo que se revela cuando lo que considerábamos congelado —y dormido— vuelve a latir.
El despertar de estos microbios de 40.000 años plantea un escenario que para muchos expertos se convierte en amenaza: el permafrost como bomba de carbono.
Si las temperaturas siguen aumentando y los veranos se alargan —como ya ocurre en muchas regiones árticas—, esos suelos podrían dejar de ser inactivos y transformarse en fuentes activas de gases de efecto invernadero.
Ese escenario implicaría un agravamiento del cambio climático: más calor, más deshielo, más liberación de carbono, más alteraciones climáticas. Un círculo de retroalimentación negativa, ahora con un actor inesperado: microbios milenarios.
Por eso, muchos en la comunidad científica han empezado a advertir que el deshielo del permafrost no debería contarse solo como pérdida de hielo o subida de nivel del mar, sino como una alteración profunda de los ciclos biogeoquímicos del planeta.
Este estudio cambia el guion: lo que fuera un cementerio helado se convierte en una fábrica de carbono.
Fuente: www.clarin.com



