“Dejaste de ser Chechu”: el recuerdo de la hermana de Cecilia Strzyzowski en su libro inédito

Este libro es sobre ti, para mí, para recordarte.
Ángela escribe. La palabra bajada a texto es la forma que encuentra para expresarse, con la que se siente más cómoda. En eso, dice, se diferencia de su hermana Cecilia, quien estaba más segura hablando y siendo el centro de atención. La hermana mayor, la que siempre fue una referencia y que hoy no está. Una ausencia espinosa porque Cecilia Strzyzowski (28) aparece por todos lados. Su nombre y sus fotos se volvieron la bandera de un caso entre policial y político que desde este martes entró en la etapa de juicio.
Pero antes de esa Cecilia estaba la “Chechu”, la hermana compinche que se encargó de cuidarla a ella y a la madre de ambas, Gloria Romero. A ese recuerdo, Ángela le escribió “Donde las estrellas brillan”, un libro de memorias de la infancia que preparó como regalo del Día de la Madre. Las hermanas tenían la tradición de hacer un regalo material y otro sentimental, con el objetivo de hacer llorar a Gloria.
Escribe que ya no es necesario hacer eso “porque ella llora en cada festividad en que no estás”.
La portada del libro que Ángela le escribió a Cecilia.Ángela Strzyzowski (28), a quien se le ofreció hacer una entrevista para recordar a su hermana, comparte con Clarín este texto, del que se extraen algunos fragmentos para narrar a la Chechu que sólo ella conoció:
Nunca voy a saber si tu infancia fue feliz, pero sé que la mía sí fue bastante feliz y fuiste gran parte de esa felicidad. Probablemente el mejor recuerdo de mi infancia se trate de nosotras jugando con los peluches. Jugábamos a ser madres y tú tenías muchos hijos. Siempre era la misma historia. Eras maestra y directora de nuestra escuela imaginaria, tenías siete hijos a los que educabas cariñosamente. Siempre eras la madre “Susanita”, la perfecta ama de casa que se dedicaba a todos sus hijos. Yo, en cambio, tenía un solo hijo, Jirafita, el cual era un niño rebelde y malcriado que nunca hacía caso. No recuerdo qué era yo en nuestras fantasías, pero nunca estaba en casa, y Jirafita siempre vivía con tus hijos.
Las hermanas se llevaban un año y medio. En esta foto tenían 3 y 5 años.¿Recuerdas a Totito? El perrito verde con una sola oreja, tan viejo que probablemente solo no nos parecía tétrico porque éramos niñas. Confieso que aún lo llevo a todos lados conmigo. Por entonces era el rey de todos nuestros juegos, era mi personaje, solo yo podía moverlo. Y a veces nuestro padrastro, cuando jugaba con nosotras. Hasta que se fue, claro. Luego fui yo. Solo tú y yo. Pasábamos horas jugando hasta que fuimos grandes. Era mi cosa favorita en todo el mundo, crear historias. Y siempre fuiste mi secuaz.
Me parecía tan injusto en ese momento que vos hubieras tenido dos años más de juego que yo, dos años más de cumpleaños que yo. Me parecía tan injusto entonces que vos pudieras disfrutar de todo dos años más que yo. Pronto voy a tener tu edad. En un pestañeo más voy a ser mayor que vos. Dejarás de ser mi hermana mayor para ser mi hermanita suspendida en el tiempo. Voy a tener más cumpleaños, más años, más experiencias que nunca vas a tener la posibilidad de experimentar. Esa es la verdadera injusticia de la vida.
Ángela y Cecilia juntas.La siguiente vez que me ayudaste con un par de gatitos, esos sí estaban en situación de calle. Encontré diez gatitos muertos a los que les habían puesto cohetes en una caja y los habían reventado. La que peor estaba fue la que lloraba cuando yo pasé, después se bautizó Faicel. Tenía un gran hematoma en el abdomen y se arrastró hasta que yo la escuché. Una vez que me acerqué, su hermanito, que después iba a llamarse Ranger, empezó a llorar muy fuerte y eran dos. Yo sabía que si eran dos me iban a retar, pero no pude dejarlos. Intenté seguir caminando, pero volvieron a llorar, así que volví a ellos. Los tomé en mi pecho y corrí a casa y te llamé. Recuerdo que estaba lloviendo.
Te dije “Chechu, Chechu, Marlen”. Saliste vos a recibirme y te mostré que tenía dos gatitos en el pecho acurrucaditos antes de que preguntaras. Empecé a justificarme, diciéndote que no los podía dejar, que se estaban muriendo. Sus hermanitos ya habían muerto todos. “¿Qué iba a hacer vos?” No esperaste a que yo terminara de excusarme. Los abrazaste en tu pecho y los metiste adentro. Los bañaste, los cuidaste y después se los mostramos a mamá. Cuando la convencimos entre ambas, dijo que los pobrecitos necesitaban cuidado. Fueron las dos quienes se encargaron de que ellos vivieran. Los bautizaron Faicel y Ranger y aún viven. Faicel fue la que más costó que sobreviviera, pero después de noches enteras sin dormir cuidándola, conseguiste que se recuperara.
Siempre amaste más a los animales que a los humanos. Siempre lo decías. Una vez te cruzaste en medio de una rotonda parando todo el tránsito para salvar a un perrito de ser atropellado. Otra vez te enfrentaste a unos perros que estaban matando unos gatitos que habían tirado en una bolsa al basurero. Así nos llenábamos de animales porque siempre decías: “Adopta uno sin casa”. Al menos hasta que te casaste. Siempre estuviste en contra de comprar animales. Decías que era una forma de maltrato tenerlos pariendo por dinero. Hasta que los últimos cuatro perros que tuviste fueron comprados. ¿Tanto te cambió un solo año?
Ángela siempre llamó “Chechu” a su hermana mayor.Te dije Chechu casi toda mi vida. Recuerdo cuando íbamos a la misma primaria y tu amigo Lucas terminó diciéndote Chechu porque yo te corría por todo el patio, como la molesta hermanita menor que era, diciéndote “Chechu, Chechu, Chechu”, siempre. Siempre fuiste la Chechu de las caritas felices, hasta que te alejaste. Hasta que lo conociste a él. Fue paulatino. Algo que no noté hasta que, en algún momento, dejaste de ser la Chechu de las caritas felices para ser Cecilia. Y a ella no la conocía muy bien.
Pero la Chechu de las caritas felices era la mejor hermana del mundo. Ella era la que guardaba todos mis dibujitos, sin importar mi edad o si solo era una notita. Los encontré entre tus cosas, ¿sabes? No tienes idea de lo mucho que me rompió el corazón verlos. De la peor manera. Porque ya no ibas a estar para que siguiera escribiéndote. Porque ya no ibas a estar para leerme.
El libro remarca también el amor de Cecilia por los animales.Toda familia tiene sus tradiciones. Nosotras teníamos unas cuantas. Los cumpleaños eran una de ellas. Comenzaba con el mes pre cumpleañero y toda la tortura que representaba para el resto de la familia.
Otra tradición de cumpleaños que implementaste cuando me obsesioné con Harry Potter, a los 11 años, fue regalarme algo de la saga por cada cumpleaños. No podía ser en navidades ni en otras fechas. Tenía que ser sí o sí en los cumpleaños. Habías planificado que tendrías al menos hasta que cumpliera los 30 para completar mi colección. Íbamos a culminarlo con el viaje al parque de Harry Potter. ¿Lo recuerdas? Incluso cuando se me pasó el fanatismo, seguimos haciéndolo porque era tradición. Y las tradiciones de cumpleaños siempre se cumplían. Excepto el último año, cuando él apareció en la foto, por primera vez. Cuando menos lo espere voy a cumplir 30. La colección quedó incompleta y nunca vas a poder completar ese viaje que planeamos desde los 11 años.
En retrospectiva, muchas tradiciones dejaron de cumplirse en el último año. Incluso antes de que te arrancaran de nuestras vidas para siempre, ya habías empezado a alejarte.
Celebrar los cumpleaños: una de las tradiciones de las dos hermanas.El último Día de la Madre que pasamos juntas fue en 2022. Fue la primera vez que rompiste el pacto más sagrado de todos al no venir. Tu marido te había llevado con su madre. Y sí, habías hablado con mamá y habías hecho llegar un obsequio a casa. Pero ese año fue otra tradición que rompiste. Ese año rompiste muchas tradiciones.
Vivíamos en Buenos Aires la primera vez que recuerdo a mamá realmente enferma. Yo estaba en el jardín y vos en la primaria. Aún éramos niñas. Por Dios. Ahora que lo pienso, no sé por qué te veía como una adulta con todas las respuestas, pero lo hacía, porque eras la mayor y se suponía que tenías que saberlo todo.
En cambio, vos nunca fuiste con el manual. Maduraste de golpe. Era lo que mamá siempre decía: “Un adulto pequeño”. No sé si fue que mamá se enfermara todo el tiempo o que solo hubiéramos sido nosotras tres, a pesar del ruido alrededor. Siempre intentaste cuidarnos. Mamá y vos eran los adultos de la casa.
Cecilia junto a Gloria Romero, su madre.Recuerdo un cumpleaños tuyo en particular. Ya habías terminado la secundaria por entonces, así que debías estar en tus 20. Ese día en particular, no recuerdo el porqué, pero nadie vino a tu cumpleaños. Habías hecho pizzas, pero ninguno de tus amigos pudo ir. Solo estábamos nosotros, la familia, el tío, la tía, mamá y yo. Cuando vimos que nadie venía, alguien dijo: “Parece un velorio.” Y el tío, como siempre, hizo su aporte picante y dijo: “Va a venir más gente a tu velorio.” Lo peor es que tenía razón. En la marcha que hicieron para tu cumpleaños hubo más gente que en cualquier cumpleaños tuyo. ¿Hubieras estado feliz de ver toda esa gente reunida?
Marcha por la desaparición de Cecilia en Resistencia. Foto Marcelo Carroll.Quisiera dejarte ir, ¿sabes? Me dijeron que debía dejarte ir. Pero temo que si lo hago, me olvide de las cosas buenas que compartimos y solo queden los recuerdos malos. No quiero que solo seas un recuerdo trágico en mi vida. Quiero que 27 años de ser la Chechu no se empañen por un año o dos de ser Cecilia. ¿Cómo se supone que haya una Chiqui sin su Chechu?
Ángela y Cecilia compartían un tatuaje que se habían hecho juntas.¡Me caso! Un día simplemente nos lo informaste, pensamos que estaban locos. Apenas se conocían y vivían peleando más de lo que se llevaban bien. Habías dicho que lo ibas a dejar al menos una vez por semana, pero luego venía con alguna excusa y te llevaba a algún café o te traía flores y cartas en las que decía que te amaba. Y perritos, porque te encantaban los perritos. Te prometía que serían felices para siempre y te lo creías.
Creí que era una broma al principio. Tenías solo 28 años. Me parecías demasiado joven para casarte, pero entonces un día me pediste que te ayude a elegir vestido y supe que era en serio. Incluso si no estábamos del todo de acuerdo, te apoyamos. Y te veías como si realmente lo quisieras. No sé qué es peor, que realmente lo amaras más que a nosotros o que él no te pudiera amar un décimo de lo que vos le diste a cambio.
Ángela recordó cómo la relación con César Sena transformó a Cecilia.Los últimos meses dejaste de ser Chechu para ser alguien que yo no conocía y aún sigo sin poder entender. Hay demasiadas preguntas que me gustaría que respondas. Como por qué borraste todas nuestras fotos. ¿Fuiste tú? ¿Él te obligó? Nunca voy a saber qué es cierto y qué no. Pero una cosa es cierta. Nunca quisimos a tu esposo. Un conocido muy religioso me dijo una vez que era mi ángel de la guarda avisándome que algo estaba mal.
Lo habías averiguado todo y estabas tan ilusionada. Nueva vida, nuevos proyectos. También estabas asustada porque nunca habías ido sola a ninguna parte. Pero ibas con tu marido y confiabas tanto en él. ¿Cómo pudo romper tu confianza de esa forma? ¿Por qué? Nadie iba a amarlo como vos lo hacías. Y no sé si porque lo amaras específicamente a él, o porque fueras una romántica empedernida. Pero estabas tan enamorada del amor y él era tu amor. Siempre que recuerdo esos últimos días me pregunto cómo pudo lastimarte. ¿Por qué? ¿Por qué te lastimaría la persona que juró amarte? Y si ya no te quería, ¿por qué no te dejó ir? Nunca vamos a tener esa respuesta. Pero el monstruo estaba ahí. Dormías con él. Pensabas cada minuto en él. Hasta en el shampoo que formara “mejor sus rulitos”. Nunca pude entender cómo alguien podía amar tanto a otro alguien.
Un collage de fotos de Cecilia, Ángela y Gloria.No voy a hablar sobre el infierno que vino después, porque, como te dije al principio, siempre hacíamos un regalo emocional y uno material. Este es el último regalo emocional que puedo hacer sin ti. Mamá ya llora demasiado en cada festividad desde que no estás. Además, esta es la historia que quiero recordar de vieja, cuando empiece a olvidarme de todo.
Te digo hasta pronto, porque tengo que cerrar este libro para empezar otro. Pero hasta que nos volvamos a encontrar, allá donde las estrellas brillan, con los sueños que te quedaron pendientes por cumplir, voy a llevarte conmigo y siempre vas a ser una parte de mí.
Enviado especial. Resistencia.
Fuente: www.clarin.com



