De un rechazo cruel al reconocimiento global: Sydney Sweeney recuerda que le dijeron que “se arreglara la cara” en una audición

Sydney Sweeney comenzó su carrera siendo apenas una adolescente con un sueño claro: actuar. Pero el camino, según reveló recientemente, no fue fácil.
En su entrevista para el programa Live with Kelly and Mark, la actriz recordó una de las experiencias más duras de su juventud. “Tuve muchas audiciones que no salieron bien”, contó.
“He tenido directores de casting comiendo papas fritas mientras intentaba audicionar, y una vez me dijeron que tenía que arreglarme la cara. No es divertido escuchar eso a los 16”.
Aquella frase cruel podría haber marcado el fin de su carrera antes de empezar, pero Sweeney la convirtió en impulso.
Su transformación, más que estética, fue una demostración de resistencia emocional en una industria que no perdona.
Sydney Sweeney: una imagen que combina exposición, control y distancia. Foto: IG @sydney_sweeneyDiez años después, esa misma joven es una de las figuras más solicitadas de Hollywood. Su atractivo, omnipresente en cada producción, campaña o alfombra roja, se apoya en un canon que la industria sigue venerando, aunque lo disimule bajo discursos de diversidad.
Una belleza que no desafía los estándares, los confirma
Lejos de ser una figura “disruptiva”, Sydney Sweeney encarna el ideal clásico de belleza estadounidense: rubia, de ojos celestes, piel clara y curvas pronunciadas.
La adolescente cuestionada se volvió el modelo de perfección que el cine idolatra. Foto: Pinterest @popsugarau/ IG @sydney_sweeneyY si bien su talento ha sido reconocido, buena parte de su fama se debe al modo en que la industria ha explotado su físico como producto comercial.
Más que desafiar los estándares, su imagen se construye sobre la tensión entre autenticidad y performance: natural pero sexualizada, empoderada pero moldeada por la mirada ajena.
Esa paradoja alimenta tanto su éxito como su exposición. En redes, su figura es objeto de fascinación y crítica por igual. Mientras algunos la elevan como símbolo de “belleza real”, otros señalan que perpetúa el mismo ideal excluyente de siempre.
En Euphoria, Sweeney encarnó la contradicción entre vulnerabilidad y exhibición. Foto: Pinterest @gigibellooSweeney, por su parte, se mueve con cautela: evita confrontar, responde con diplomacia y mantiene una distancia calculada de los debates que la rodean.
Los “buenos genes” y la campaña que generó polémica
La reciente campaña de American Eagle la ubicó nuevamente en el centro de la conversación. Bajo el eslogan “Sydney Sweeney has great jeans” —un juego de palabras entre jeans y genes—, la marca buscó capitalizar su popularidad y su figura.
Pero el mensaje no fue inocente: el doble sentido, que aludía a su genética, fue interpretado por muchos como un guiño a ideas de superioridad física en tiempos de alta sensibilidad política (que se intensificó cuando trascendió que la actriz estaba registrada como votante republicana, lo que añadió un matiz ideológico a la discusión).
Su campaña reavivó la discusión sobre belleza, poder e ironías del marketing. Foto: IG @americaneagleEn diálogo con GQ, Sweeney minimizó el tema: “Hice un anuncio de jeans. Amo los jeans, los uso todos los días. Sabía perfectamente de qué se trataba, y era eso: unos buenos jeans”.
Con esa frase, dejó claro que no piensa usar su visibilidad para discutir temas que puedan comprometer su imagen pública. En paralelo, el debate sobre si su figura responde a una estrategia de marketing o a una identidad auténtica continúa.
El peso de la imagen pública en su carrera
Su protagónico en Christy, un biopic deportivo en el que interpreta a la boxeadora Christy Martin, volvió a poner el foco en su cuerpo.
Para el papel, Sweeney aumentó más de 13 kilos de masa muscular con ayuda de entrenadores y nutricionistas. Pero incluso ese esfuerzo físico fue eclipsado por los titulares sobre su aspecto.
Para su papel en “Christy”, ganó 13 kilos de músculo y se alejó de su imagen habitual. Foto: IG @sydney_sweeneyBBC Culture y The Telegraph coincidieron en que su imagen fuera de pantalla distrae al espectador: “Es imposible olvidar que es Sydney Sweeney”, escribió la crítica británica.
La actriz se defendió con serenidad: “Si alguien se cierra a una historia poderosa por algo que leyó en internet, espero que otra cosa lo haga abrirse. No me va a afectar”. Sin embargo, su respuesta refleja la dificultad de escapar del personaje que el público ya construyó alrededor suyo.
Aun con las controversias que la rodean, su relevancia en la cultura popular sigue intacta. En 2024, Glamour la nombró Mujer del Año, un reconocimiento que ella celebró desde su cuenta de Instagram con un mensaje de gratitud: “Gracias, de todo corazón, por creer en mí durante este viaje. Brindo por seguir rompiendo barreras y construir un futuro más brillante para todas las mujeres”.
De la humillación a la exposición
La joven a la que le pidieron cambiarse hoy encarna el molde que otros aspiran a imitar. Y aunque ha sabido capitalizarlo con inteligencia, el precio de esa visibilidad es la imposibilidad de escapar de la imagen que la industria, y el público, le sigue imponiendo.
Su rostro ya no necesita arreglo, pero sigue siendo el campo de batalla de su fama. Foto: IG @sydney_sweeneyHoy, mientras protagoniza películas, campañas globales y se consolida como una de las celebridades más influyentes de su generación, Sweeney representa una paradoja contemporánea: la actriz que fue juzgada por su apariencia y que hoy encarna, justamente, el concepto de belleza.
Fuente: www.clarin.com



