Cómo es la casa “embrujada” donde se mudó la primera ministra de Japón


Un terremoto de 7,6 a principios de diciembre cambió los planes de la primera ministra de Japón, Sanae Takaichi. Al llegar 35 minutos tarde a su despacho después del desastre natural, la mandataria optó por mudar su domicilio a una residencia contigua a sus oficinas.

La noticia no queda ahí. Lo más llamativo es que hay quienes afirman que la nueva casa de Takaichi está embrujada.

Hasta ahora, la mandataria se alojaba en una residencia para miembros del Parlamento. Pero el episodio del sismo instaló un debate sobre tiempos de respuesta y protocolos, y empujó a Takaichi a vivir “al lado” del poder, literalmente.

El detalle es que el edificio al que acaba de llegar tiene una reputación que mezcla historia pesada y superstición: se trata de una mansión de piedra y ladrillo inaugurada en 1929, asociada a episodios violentos de los años 30 y a relatos de apariciones que, con el tiempo, construyeron el mito de una residencia “embrujada”.

La residencia fue escenario de dos intentos de golpe de Estado en la década de 1930. En 1932, el primer ministro Tsuyoshi Inukai fue asesinado por jóvenes oficiales; en 1936, un grupo de rebeldes intentó matar a su sucesor, Keisuke Okada, que logró esconderse, mientras otras personas murieron durante el ataque.

De aquellos hechos quedó incluso una marca concreta que alimenta la leyenda: un agujero de bala conservado cerca de la entrada principal, como recordatorio de una etapa en la que la política japonesa se dirimía a tiros.

Con ese historial, no sorprende que alrededor del lugar se hayan acumulado testimonios de “presencias”, sombras y ruidos.

La idea de que allí “quedó algo” se volvió parte del folclore del poder en Tokio: algunos cuentan que quienes se instalan en esa residencia no suelen durar demasiado en el cargo, una especie de maldición política con raíces en la tragedia.

Más allá del costado paranormal, el edificio es un símbolo institucional y arquitectónico. Durante años hubo una confusión acerca de que su estilo estaba ligado a Frank Lloyd Wright, aunque en la crónica se aclara que no fue su obra.

Entre 2002 y 2005 se hicieron renovaciones profundas que incluyeron una ceremonia de limpieza sintoísta. Para muchos, ese gesto funcionó -al menos en el imaginario- como un “exorcismo” simbólico para alejar las malas energías asociadas a décadas de violencia y rumores.

Los antecedentes recientes, además, muestran que no todos se toman en serio la fama de “casa embrujada”.

Según versiones recogidas por la prensa, el predecesor Shigeru Ishiba vivió allí y dijo no temerle a los fantasmas; Fumio Kishida aseguró no haber visto nada extraño y haber dormido sin problemas.

Otros, como Shinzo Abe y Yoshihide Suga, eligieron vivir en otro lado durante años, lo que dejó la residencia desocupada por largos períodos y, para los creyentes, “sin compañía” para sus supuestos espíritus.

Takaichi, en cambio, apuesta a la lógica de la gestión: estar a metros del despacho en un país donde un sismo puede cambiar la agenda en minutos. El desafío será si su nueva rutina -ya exigente- se adapta a una casa que, además de historia, carga con un relato que vuelve cada vez que alguien cruza la puerta.

Fuente: www.clarin.com

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