China castiga a Japón, pero mantiene intactas las tierras raras

Desde advertir a los turistas hasta frenar las importaciones de mariscos, China ha seguido un guion conocido para castigar a Japón por los comentarios de la primera ministra Sanae Takaichi, que vinculó un conflicto en Taiwán con la seguridad de su país. Sin embargo, un arma clave sigue sin usarse: las tierras raras.

Es un recurso que China ya empleó contra Japón. En 2010, una disputa territorial provocó un embargo de hecho que obligó a Tokio a buscar fuentes alternativas de materiales esenciales para fabricar vehículos eléctricos, teléfonos inteligentes y misiles.

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Esta vez, sin embargo, exfuncionarios estadounidenses y analistas señalan que Pekín probablemente se contenga. A diferencia de hace 15 años, cuando Japón fue el blanco directo, los acontecimientos recientes han dejado clara la dependencia global de China y su disposición a usar su dominio minero y de procesamiento como herramienta de presión.

Disuadiendo aún más a China, el presidente Donald Trump salió de conversaciones con el líder chino Xi Jinping en Corea del Sur el mes pasado asegurando que habían resuelto las restricciones de exportación de tierras raras “para el mundo”. Una acción agresiva contra Japón ahora podría socavar esa distensión y atraer el escrutinio de un presidente que ofreció a Takaichi “todo lo que quiera”, incluso mientras busca preservar el frágil pacto comercial con Pekín.

El embajador estadounidense en Japón, George Glass, reiteró ese apoyo el jueves, afirmando que su país “respalda a Takaichi” en su disputa con China.

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“Usar la carta de las tierras raras sería un movimiento arriesgado de Pekín”, dijo Wendy Cutler, exnegociadora comercial de Estados Unidos y ahora en el Asia Society Policy Institute. “Pekín correría el riesgo de alienar a otros socios comerciales que verían esa medida como una confirmación de la necesidad urgente de desarrollar fuentes alternativas de suministro, lo que podría empujarlos a cooperar más con Estados Unidos.”

Aunque las relaciones entre China y Japón seguirán tensas en el futuro previsible, los movimientos de Pekín hasta ahora parecen calibrados para infligir daño sin cruzar la línea que podría provocar una respuesta internacional coordinada.

Hasta el momento, China ha detenido la reanudación gradual de las importaciones de mariscos japoneses y ha advertido a turistas sobre viajar allí. Una serie de conciertos de artistas japoneses en China se canceló abruptamente (un organizador de un espectáculo el miércoles cerca de la embajada japonesa culpó a una “falla de equipo” de última hora).

Sanae Takaichi 08102025

He Yongqian, portavoz del Ministerio de Comercio chino, amenazó el jueves con más acciones si Takaichi “continúa por el camino equivocado”. Pekín ha exigido que la líder japonesa retire sus comentarios, pese a que Tokio insiste en que su posición sobre Taiwán no ha cambiado. China reclama la isla autogobernada como su propio territorio y ha amenazado con tomarla por la fuerza si es necesario.

Una reunión entre diplomáticos japoneses y chinos de esta semana hizo poco para aliviar las tensiones. La parte china expresó su descontento con el resultado de las conversaciones.

Cualquier escalada adicional probablemente implicaría que Pekín bloquee más productos japoneses, prohíba la llegada de turistas chinos y castigue a las empresas japonesas dentro de su territorio, como ocurrió durante una disputa con Corea del Sur hace casi una década, que hizo colapsar las ventas de autos coreanos en China, de las que nunca se recuperaron.

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El conflicto actual también representa un riesgo claro para empresas como Toyota Motor Corp., que anunció este año la construcción de una nueva fábrica de US$2.000 millones en Shanghái para acelerar su transición hacia los vehículos eléctricos. Otras firmas japonesas como la marca de ropa Uniqlo de Fast Retailing Co. o las cadenas de tiendas de conveniencia también podrían ser blanco de represalias comerciales, como ocurrió con las tiendas Lotte Mart surcoreanas en 2017.

Por ahora, una medida que apunte a las tierras raras sería una sorpresa, según Philip Luck, director de economía en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington, quien trabajó en contrarrestar la coerción económica china bajo la administración de Joe Biden. “Su estrategia preferida ha sido restringir el acceso al mercado chino porque tiene un menor costo reputacional”, dijo Luck. China, agregó, “ha comprendido el costo de mostrarse como un proveedor poco confiable, especialmente cuando busca consolidarse como el centro manufacturero del mundo”.

La experiencia de 2010, cuando sufrió la coerción de Pekín, llevó a Tokio a construir una cadena de suministro de tierras raras que no dependa de China. Japón redujo su dependencia a alrededor de 60%, aunque la cifra ha vuelto a subir por encima del 70%, según Tadanori Sasaki, director de investigación del Instituto de Economía Energética de Japón.

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Con las reservas domésticas acumuladas desde la última disputa y el avance de proveedores como Lynas Rare Earths Ltd., Japón cuenta con un mayor margen de seguridad que otras economías avanzadas. Lynas comenzó recientemente la producción de elementos pesados, además de los minerales ligeros que ya suministra.

Por ahora, Pekín parece apostar a alcanzar sus objetivos sin recurrir a la opción más drástica.

Incluso si bloquea los suministros de tierras raras, probablemente evite una medida dramática que acelere los esfuerzos globales por desarrollar cadenas de suministro alternativas y genere desconfianza entre países que se han acercado a China tras los aranceles de Trump. Podría optar, en cambio, por imponer más burocracia a los exportadores, demorar licencias o guiar a los proveedores para restringir las ventas a compradores japoneses.

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“Cuanto más ejerza China ese tipo de presión, más recelosos serán los socios comerciales al considerar profundizar sus relaciones económicas con Pekín”, dijo Allen Carlson, profesor asociado de gobierno en la Universidad de Cornell. Tal medida, añadió, llevaría a otros países a pensar: “Si pueden hacer esto a Japón, ¿por qué no a mí?”.

GZ



Fuente: www.perfil.com

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