Belén Blanco: “El teatro no puede ser mero entretenimiento, eso a mí no me alcanza”


En estos momentos, Belén Blanco está haciendo funciones en España ya que integra el elenco de La verdadera historia de Ricardo III, versión libre de Calixto Bieito sobre Ricardo III, de William Shakespeare. Cuando regrese espera volver con el unipersonal Clandestina escrito y dirigido por Natalia Villamil con el que tantos premios conquistó, se llevó el María Guerrero como actriz protagónica y estuvo en la terna de los Trinidad Guevara. Actuó para teatro, cine y televisión. Interpretó textos clásicos porque fue Ofelia en Hamlet y participó de numerosos unitarios en la pantalla chica tanto con Alejandro Doria como en producciones de Polka. Es además directora y guionista de cine.

—Ya estuviste en España. ¿Qué recuerdos te dejó su público?

—En el 2024 fui con Kinderbuch, en un espacio llamado El Umbral, un teatro mucho más pequeño del que vamos con Ricardo III. También presenté Querido Ibsen soy Nora de Griselda Gambaro. La primera vez que actué en Madrid fue con Kleines Helnwein de Rodrigo M. Malmsten, en el 2001 en el Festival del Grec. Mis experiencias fueron con distintos públicos. No es el mismo espectador el del teatro independiente que el del San Martín. Me dejaron muy buenos recuerdos. Creo que a Ricardo III le va a ir muy bien, me parece que está sólido el trabajo. Creció muchísimo en el tiempo, se fortaleció y la apuesta tiene gran atractivo, como para poder hacer un Shakespeare argentino.

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—¿Y cómo fue trabajar con Calixto Bieito?

—Fue una referencia muy única para mí. Me daba muchas ganas de trabajar con él porque había visto su puesta y me puse a investigar sobre las óperas que dirigió. Me parece muy atractivo su lenguaje visual. Tuvimos una experiencia muy corta, pero siento que hubo mucha sintonía. Trabaja con un lenguaje más físico y eso a mí me funciona. El psicologismo en el teatro me parece que no es un camino fértil. Prefiero poner el cuerpo. El público va a ver personas a las que les pasan cosas en el escenario.

—Interpretaste textos de Griselda Gambaro y hace poco de Natalia Villamil. ¿Sentís diferencias en su escritura por ser mujeres?

—No sé si es una cuestión de género de quién mira o quién escribe, sí hay una sensibilidad. A mí me interesan las obras que hablan sobre las mujeres. Me parece incluso que Clandestina es una obra feminista. La autora se preocupa por un comportamiento femenino. Escribió sobre la historia de una mujer y lo hace sin victimizarla, ni idealizarla, está en un lugar justo. Me parece que eso es lo que funciona del espectáculo: el punto de vista.

—En “Clandestina” se toca el tema del aborto y hace poco se estrenó “Belén” que se ocupa también de esa temática. ¿Crees que hoy está más vigente?

—Creo que son temas muy poco hablados y tocados en las películas o por lo menos en Latinoamérica. Tal vez esta coincidencia se da porque son discusiones que aún nos damos como sociedad. Es un tema que nos atraviesa. Se discutió con la Ley del aborto, pero hay algo que no está todavía entendido. Hay que comprender lo que significa hacerse un aborto clandestino y conocer esas historias. Mi protagonista en Clandestina es una mujer en el medio del campo, en donde estas cosas todavía siguen pasando. Me gusta la obra, porque nos corre, habla de otro tipo de mujer, con otras problemáticas y el teatro es eso. Debe atravesar al espectador con el cuerpo.

—¿Repondrás “Clandestina”?

—Espero que sí, hicimos pocas funciones en el San Martín, dos semanas y fueron cinco meses ensayando. La crítica fue muy buena y la gente estaba impresionada. Después fuimos al Espacio Callejón durante dos meses. Me gustaría llevarla de gira e ir a las provincias.

—Hiciste varios unipersonales, tenés presencia escénica: ¿sos consciente?

—También hay que tener mucha concentración. El teatro es algo vivo. Estoy disfrutando más ahora de la actuación que antes. Es entrenamiento, porque cuando hago una obra así, ensayo mucho. Para mí es totalmente deportiva la actuación. Llegaba tres horas antes al teatro y pasaba todo el texto. El jefe de sala estaba sorprendido y me dijo que sólo había visto algo igual en un pianista.

—¿Qué te decide aceptar un proyecto, sea “Ricardo III” o “Clandestina”?

—Tiene que ver con lo que cuenta una obra. Hacer vibrar algo, no sé si sobre lo que está pasando, pero sí de lo humano. Tiene que decir algo. El teatro no puede ser mero entretenimiento. A mí no me alcanza. Aunque no tengo una catarata de proyectos acá esperándome. Hay que tener mucha energía para llevar adelante un espectáculo teatral con sus funciones, entonces si no estás realmente muy comprometida con el proyecto, para mí no tiene sentido.

—¿Hace muchos años que podés vivir de tu profesión?

—Diría que siempre pude vivir de mi profesión. No son siempre los mismos momentos, pero jamás trabajé de otra cosa. Tampoco tengo una situación capitalista con mi trabajo, muchas veces no lo asocio a la plata. Tal vez porque soy actriz, pero vivo en una situación bastante idealista con mí trabajo. Hice muy poco teatro comercial, te diría que una obra y fue muy difícil para mí.

—También creaste para el cine…

—Fui directora, productora y guionista. El último corto hace ya tres años fue sobre El malón de la paz que es un documental. Ahora estoy con un guión para un largometraje, espero poder conseguir financiación y filmarlo en algún momento. Hoy está muy difícil la situación del cine, ahora es cine de plataforma, lo cual te limita mucho. Hay que entrar con otra mirada.

—¿Por qué los actores pasan a dirigir cine, como Fernán Mirás, Adrián Suar y siguen los nombres?

—Cada uno tendrá su experiencia y sus necesidades, pero en mi caso es pura curiosidad. Siempre me encantó la fotografía, desde muy chica, de ahí a pasar al cine que es otro arte, el más complejo de todos fue un paso. Hice un seminario con Pablo Reyero sobre guión y entré en el mundo de la escritura que es complejísimo. Me gusta tener esa experiencia, aunque me encanta improvisar con la cámara y trabajar con actores reales, mucho más que con los profesionales. Filmo en el campo, sin pretensión de nada. Quiero juntar el documental con la ficción.

—¿Extrañás la televisión abierta?

—Extraño la buena, la mala no. Lo último que hice fue Los siete locos y Los lanzallamas para la Televisión Pública en el 2015 con dirección de Fernando Spiner y Ana Piterbarg. Ambos son directores de cine, entonces era otro formato, otro registro. Pero no soy de extrañar nada, no soy melancólica. Me pasa igual con los personajes, cuando veo que se parece a algo que ya hice no acepto. Estoy en el escenario para investigar. El trabajo te da algo que no sabías.

—¿Cómo te manejás con la popularidad o con el reconocimiento del público?

—A mí me gusta mucho. Es muy lindo que alguien te diga: “Qué bueno lo que hacés.” Es hermoso. Siempre lo digo: sin público no hay teatro. Aunque nunca trabajé para el reconocimiento. Estoy muy concentrada en el hacer, que es lo que a mí me lleva adelante.

—¿Sentís que Cristina Banegas fue tu maestra?

—Sí. Es una persona muy importante para mí, es aparte una colega, una compañera de toda mi vida. Ella fue mi maestra cuando empecé a estudiar actuación e iba al colegio. Y después compartimos muchos proyectos. Estudié con varios, pero sólo algunos meses, soy más autodidacta. Esta es una profesión tan rara, que creo que no se puede aprender a actuar. Aprendí más realmente al estar con otro actuando. No me gusta el virtuosismo.



Fuente: www.perfil.com

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