Javier Milei acelera: apuestas y revelaciones del plan que tiene en la cabeza el Presidente

La transmutación de la política argentina da vértigo. Javier Milei parecía sucumbir hace apenas dos semanas. Venía de meses de crisis que se sucedían una tras otra: pasó del caso $Libra, que lo afectó a él mismo, a los audios de Diego Spagnulo, que salpicaron a Karina y sembraron la sospecha de corrupción en su administración; de la tensión en los mercados por la suba del dólar y la escasez de reservas a la recesión de la economía; de la derrota electoral en la provincia de Buenos Aires a tener que aceptar, ya sobre el final de la campaña nacional, la renuncia de José Luis Espert, su principal candidato, jaqueado por denuncias de haber sido financiado por el narcotráfico. Pero se abrieron las urnas y fue como un pase de magia.
Tan solo pasaron ahora siete días del último cambio importante de gabinete. Quedan por resolverse algunos casilleros y las internas no se disiparon de todo, pero el Presidente sostiene que acaba de iniciar una etapa fundacional en el país que tendrá su primer capítulo fuerte en diciembre con la discusión de cuatro proyectos legislativos que, en caso de sancionarse -dice-, conducirán a la Argentina a un proceso de crecimiento sin precedentes en su historia.
La oposición colabora para alimentar esa fantasía: Cristina volvió a sentarse el jueves en el banquillo de los acusados en la causa de los cuadernos de las coimas y, cuando por la noche salió a saludar desde el balcón de San José 1111, no había más que una docena de fieles. Axel Kicillof, que el 7 de septiembre emergió como el aspirante natural del peronismo a la presidencial, pasó a quedar atrapado por el laberinto que le diseñó su mentora para dejarlo sin margen de maniobra. Y el resto de los gobernadores, incluso los que hasta hace quince días se referían a Milei como un mandatario de transición, hoy se muestran propensos al diálogo y asumen que, si las cosas salen más o menos bien, el camino libertario hacia 2027 podría allanarse.
El canciller Quirno, Karina y Javier Milei, con el nuevo presidente de Bolivia Rodrigo Paz Pereira, y su esposa.“El cambio es hoy o no será nunca”, dicen en el Gobierno. La repentina alteración del estilo del equipo presidencial, que se volcó a acompañar el tono más moderado que exhibe su líder desde hace varias semanas, no contempla privarse de palabras que tiendan a la épica. Uno de los ministros que más cerca trabaja de Milei desliza en la intimidad: “Si hacemos una gestión de regular para arriba nos quedamos a vivir en el poder. Estamos nosotros y del otro lado no hay nadie”.
Aunque busca disimularlo, la Casa Rosada atraviesa un período de exitismo. Nada que no le haya sucedido a otros gobiernos recientes en circunstancias parecidas. A Cristina, en 2011, cuando arrasó con el 54 por ciento y luego no paró de coleccionar derrotas (cinco de las últimas seis). O a Mauricio Macri, en 2017, dos años antes de convertirse en el primer presidente que fue por la reelección y la perdió. O al propio Alberto Fernández, que orilló los ochenta puntos de imagen positiva en los meses iniciales de la pandemia y luego, ante la aparición de las fotos de sus fiestas en la Residencia de Olivos, no tuvo ni siquiera la chance de presentarse por un nuevo mandato.
¿Qué dice Milei en sus encuentros más reservados, como los que mantuvo en Miami? Que Argentina va a crecer cerca del siete por ciento el año próximo y que ese derrame, al fin, va a llegar al consumo masivo y a las familias más desprotegidas. Que se producirá una caída importante del riesgo país (si se aprueban las reformas parlamentarias), que eso posibilitará la baja de tasas y el regreso del crédito y que no habrá modificaciones en el esquema de bandas cambiarias. Sobre la inflación, avisa: “La vamos a terminar de matar en agosto”. Habrá que ver para creer.
La política y la economía nunca dejan de ser, como el fútbol, dinámica de lo impensado. Se registran cientos de antecedentes, de los más variados, de gobiernos que se encaminaban hacia un determinado un rumbo y que, de un momento a otro, se ven trastocados. Pasa en Argentina, en la región y en el primer mundo. El último gran ejemplo que recuerdan de tanto en tanto los libertarios fue el de Macri en 2017. Arrasó en las elecciones nacionales al ganar en las cinco provincias más grandes y, dos meses después, quedaba envuelto en una profunda crisis por las famosas toneladas de piedras que cayeron sobre el Congreso mientras se discutía la reforma previsional.
Axel Kicillof, en la presentación del presupuesto 2026 de la provincia de Buenos Aires.Milei no tiene más que girar la vista hacia su gabinete para recordarlo. Está rodeado de varios dirigentes que estaban en aquel proceso del PRO, cuando los más trasnochados debatían qué macrista se alzaría con la presidencia después de dos períodos consecutivos de Macri. O puede mirar su propio espejo: pasó de hacer homenajes en Olivos a “los 87 héroes” que resistían sus políticas en la Cámara de Diputados a sufrir el freno de tres vetos presidenciales en menos de una semana, lo que encendió las alarmas hasta de Estados Unidos. Los aliados de hoy pueden ser los enemigos de mañana.
Quienes hablan con el jefe de Estado, sin embargo, creen o quieren creer que está cambiado. “La derrota de septiembre me hizo repensar lo político, lo personal y hasta lo económico”, sorprendió días atrás a uno de sus ministros en una charla a solas. Aquel interlocutor profundiza ante Clarín: “Me dijo que ni las mejores teorías económicas pueden funcionar si no son justas”.
Milei se prepara para encarar las reformas tributaria y de trabajo -a esta última la definen como de modernización laboral para no herir susceptibilidades-, anunció cambios en el Código Penal y apuesta a la sanción de la Ley de Presupuesto. Será en sesiones extraordinarias que se extenderán entre el 10 de diciembre – luego de que se renueven ambas cámaras en el Congreso-, y el 31, aunque hay una iniciativa para que los debates se alarguen en plena temporada de verano. La que más polémica promete generar es la reforma de trabajo, cuyo borrador aún no se encuentra definido. “Estamos calibrando el humor social y tirando bombas de humo para que los periodistas se diviertan”, cuenta uno de los asesores de Karina Milei.
Diego Santilli, Manuel Adorni y Nacho Torres.El viernes, en el despacho que hasta hace diez días ocupaba Guillermo Francos, el Gobierno inició una ronda de diálogo con los gobernadores. Manuel Adorni, el nuevo ocupante de esa oficina, recibió por separado, junto a Diego Santilli, al chubutense Ignacio Torres y al catamarqueño Raúl Jalil. Ambos se comprometieron a apoyar al oficialismo en el Congreso, pero también hicieron reclamos por recursos y obras. Los dos habían chateado, antes de entrar a la Rosada, con varios de sus colegas provinciales. Todo indicaría que se van a mover en bloque. Adorni y Santilli tomaron nota, literalmente: ambos tenían un cuaderno donde escribían los pedidos. Mañana será el turno del cordobés Martín Llaryora y, el miércoles, del salteño Gustavo Sáenz.
En lo más alto de la Casa Rosada se delibera si hay que sacar las leyes que Milei quiere, exactamente como las está pensando, o si habrá que conformarse con “las leyes que puedan salir”, como ocurrió con La Ley de Bases, que se presentó inicialmente con más de 600 artículos y terminó por aprobarse, después de muchas negociaciones, con 232.
En La Libertad Avanza tomaron nota de aquel raid. Ahora dicen que la discusión debería enfocarse más en lo político que en lo ideológico y que Milei lo acepta como parte de un giro pragmático que él mismo inauguró, en silencio y hace un largo tiempo.
Fuente: www.clarin.com



