El globo rojo vuelve a inflarse


Volver a Derry es enfrentarse otra vez al miedo, al terror de Stephen King, pero el fenómeno It ahora dice presente desde otro lugar aunque con los mismos creadores: Andy y Bárbara Muschietti regresann a contar, pero ahora desde HBO MAX. Después de cerrar una de las adaptaciones más exitosas de King con It y It: Capítulo Dos, el dúo creativo viene con una serie que no busca repetir la fórmula, sino potenciarla: “No queríamos hacer una continuación. Queríamos entender de dónde sale el miedo que habita esa ciudad”, dice Andy Muschietti en pleno New York Comic Con. La serie, producida por HBO MAX, funciona como precuela y como relectura del mito, y saluda a los años 70 en el horror. El payaso Pennywise es ahora apenas una feliz excusa para volver a mirar el corazón podrido de una comunidad que aprendió a convivir con su propio silencio.
A diferencia de las películas, la serie It: Bienvenidos a Derry desplaza el foco del grupo de niños protagonistas hacia el pueblo entero. En ese sentido, la serie explora lo que It apenas insinuaba: la relación entre el mal sobrenatural y cotidiano, el mal social. “Derry siempre fue una metáfora –explica Bárbara Muschietti– No hay monstruo que sobreviva sin complicidad, sin una comunidad que mire para otro lado.”Esa frase atraviesa el espíritu de los ocho episodios. En cada plano, en cada diálogo, late una pregunta incómoda: ¿quién alimenta al monstruo?
La idea de expandir el universo surgió en plena pandemia, cuando los Muschietti y el guionista Jason Fuchs comenzaron a revisar el material descartado de las películas. “Había tantas historias que King apenas insinuaba que sentíamos que el mapa de Derry no estaba completo”, cuenta Fuchs, también showrunner de la serie. “Queríamos ir atrás en el tiempo, a los años en que el mal empezó a tomar forma.” De esa curiosidad nació Bienvenidos a Derry, ambientada a mediados de los sesenta, cuando la ciudad aún conservaba una apariencia de normalidad, mientras algo, bajo tierra, comenzaba a despertar.
Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
La elección temporal no es decorativa. Los años 70 norteamericanos fueron un territorio convulsionado, atravesado por el racismo, la paranoia nuclear y las promesas del progreso. “Queríamos que ese contexto histórico respirara dentro de la historia –dice Bárbara–. En los sesenta, el miedo ya estaba en la calle: la segregación, la violencia institucional, la represión. Todo eso fue material de inspiración.” En la serie, los fantasmas políticos se mezclan con los sobrenaturales hasta volverse indistinguibles.
LOS ECOS DEL MAL. En Bienvenidos a Derry, el terror se hereda. Lo que comienza como una serie de muertes inexplicables termina convirtiéndose en una parábola sobre la transmisión del miedo. Jovan Adepo interpreta a Richard, un joven periodista negro que vuelve a su ciudad natal tras la desaparición de su hermano. “Richard siente que algo lo llama, pero lo que encuentra es un silencio más aterrador que cualquier monstruo”, dice el actor. Su mirada introduce un nuevo punto de vista: el del outsider que entiende que el verdadero horror no vive en las alcantarillas, sino en la memoria colectiva.
Andy Muschietti, responsable de algunos de los planos más potentes del cine de terror contemporáneo, recupera aquí su sentido del detalle. “El miedo no está en el grito, sino en lo que precede al grito”, explica. La cámara se detiene en los rostros, en los gestos que esconden culpa. Derry no es solo un escenario; es un personaje. Catriona Guerrero, directora de fotografía, la define como “una ciudad que parece exhalar su propio aire viciado”. Las luces, los tonos pastel, los interiores cerrados y los reflejos en los vidrios componen una atmósfera donde lo cotidiano se vuelve amenaza.
El trabajo de diseño de producción también refuerza esa sensación de clausura. Los cines, los bares y las escuelas reconstruyen un Estados Unidos de postal que se va agrietando con cada episodio. “Nos interesaba la contradicción entre el ideal de prosperidad y el miedo a perderlo”, dice Bárbara. Esa tensión social alimenta al monstruo: Pennywise se vuelve una consecuencia, no una causa.
Bill Skarsgård no regresa al papel del payaso asesino, pero su presencia se siente en cada sombra. “Decidimos no traerlo de vuelta porque queríamos liberar a Pennywise de su forma más literal”, cuenta Andy. “El mal, en este caso, es una idea que muta, un virus que cambia de cuerpo.” En lugar del terror explícito, la serie apuesta por el rumor, por la historia contada de boca en boca, por las leyendas que moldean a una ciudad. James Remar, veterano de mil películas de género, interpreta a un cura que intenta proteger a sus feligreses del pánico creciente. “Mi personaje no sabe si lucha contra un demonio o contra el miedo de la gente”, dice. Esa ambigüedad sostiene el pulso narrativo. Cada capítulo profundiza en un pasado que se descompone a medida que los personajes intentan comprenderlo.
“Lo que hace Andy es construir el miedo como una estructura social”, señala Jason Fuchs. “En Derry, todos tienen algo que ocultar. El payaso solo es el síntoma visible.” Así, la serie logra lo que pocas precuelas consiguen: ampliar un universo sin traicionarlo, darle densidad emocional a lo que antes era pura pesadilla.
EL ESPEJO Y LA HERIDA. La colaboración entre Andy y Bárbara Muschietti sigue siendo el eje del proyecto. Desde Mamá hasta It: Capítulo Dos, los hermanos argentinos construyeron un lenguaje visual reconocible por su elegancia y su empatía hacia los personajes. “No nos interesa el susto vacío –dice Barbara–. Nos interesa que el espectador entienda de dónde viene el miedo.” En Bienvenidos a Derry, ese principio se extrema: el terror no se explica, se siente. La serie también funciona como un ensayo sobre el recuerdo. “Derry es la metáfora de lo que una comunidad decide no recordar”, dice Andy. “Cuando algo se calla lo suficiente, termina tomando forma.” En ese sentido, Bienvenidos a Derry no solo amplía la mitología de It, sino que reinterpreta el legado de Stephen King desde una sensibilidad contemporánea. Lo que en los ochenta era horror fantástico, aquí se convierte en radiografía del trauma.
El elenco, encabezado por Taylour Paige, Adepo, Chalk y Remar, aporta una gama emocional que ancla la historia en lo humano. Paige, que interpreta a una docente recién llegada al pueblo, describe la experiencia como “entrar en un sueño donde nada termina de estar del todo vivo ni del todo muerto”. Su frase podría aplicarse a todo el universo Derry: un espacio suspendido entre el pasado y la culpa. El cierre de la serie –que los Muschietti mantienen en secreto– promete conectar con los eventos que darán origen a la historia de los niños del Club de los Perdedores. Pero más allá del guiño al fan, lo que sobrevive es el clima, esa sensación de inquietud que no se disipa. “El miedo, cuando es real, no se va –dice Andy–. Cambia de forma, cambia de nombre, pero sigue ahí.” Barbara coincide: “El terror que más nos interesa es el que nos obliga a mirar lo que no queremos ver. No importa si es un payaso o una verdad incómoda. Lo importante es no poder dejar de mirar.”
Cuando la pantalla se apaga, Derry vuelve a ser un nombre más en el mapa. Pero algo queda flotando, como un eco. El espectador entiende que el verdadero miedo no está bajo la lluvia ni en los túneles, sino en el modo en que elegimos olvidar. Bienvenidos a Derry no busca asustar: busca recordar que, a veces, el horror más persistente es el de la historia que seguimos repitiendo.
Fuente: www.perfil.com



