Gallardo y el costo de tener la centralidad del poder en el fútbol de River :: Olé

Cuando ganás están todos; cuando perdés no está nadie”. La frase de Marcelo Gallardo en su breve pero pesada conferencia tras la eliminación de la Copa Argentina a manos de Independiente (R) sigue haciendo ruido. Con un mensaje que por supuesto no se refería a los hinchas que siguen llenando el Monumental partido a partido para ver a un equipo que no los identifica, el técnico aceptó que tendrá que transitar este momento “de mierda” en soledad. Ahora bien, esa misma soledad, en otro sentido, parece tener también un carácter estructural y, sobre todo, planificado desde el regreso del Muñeco al club: llave en mano, las decisiones del fútbol pasan por él. Y a esta altura no es osado preguntarse si ese modelo unipersonal de gestión no merece ser revisado, mejorado.
Lo cierto es que el propio Gallardo ganó la anchura de su espalda. Gallardo ganó su estatua. Una estatua que parece cada vez más grande y que proyecta una sombra que lo oscurece incluso a él mismo, pero una estatua que también puede intimidar: difícilmente haya hoy en el club un “no” para una iniciativa futbolística del deté, difícilmente haya un contrapunto, una voz de su tenor para debatir ideas tácticas, cuestionar posibles refuerzos, renovaciones de contratos. Él mismo puso en sus hombros una responsabilidad absoluta que tiende al 100% por esa centralidad que asumió. Una centralidad que fue adquiriendo en los últimos años de su primer ciclo para ser el CEO de fútbol en el final de la gestión D’Onofrio y el comienzo de la era Brito pero que en este regreso llegó a su máxima pureza, con gestos políticos que fueron en esa sintonía como la participación protagónica en la firma y la foto de presentación de cada una de las incorporaciones de mercado que hizo en este año y pico.
Si en algún momento Gallardo tenía que discutir con RD por la viabilidad de la compra de un jugador, hoy lo hace consigo mismo: con un presupuesto más robusto en el mandato de Brito, ahora es él quien lo administra en cada ventana de transferencias. Algo que, claro, no sucedía con Demichelis. La pata dirigencial del fútbol, que estaba a cargo del vice Matías Patanian, se terminó diluyendo en la misma figura de un MG autogestivo, que tuvo independencia para manejar números y que encabezó los libros de pases a través de Mariano Barnao, mano derecha de extrema confianza y casi una extensión del deté: el rol creciente de su colaborador, en la mesa chica con el Muñeco, Brito y el secretario y candidato a presidente por el oficialismo Stefano Di Carlo, también representó una ecuación de proporcionalidad indirecta en la participación de Enzo Francescoli y de Leonardo Ponzio, que en esta etapa se dedicaron mucho más a acompañar que a decidir.
El panomara de Gallardo 2026 en River
Lo cierto es que tanto JB como SDC estuvieron allí, con el vice Ignacio Villarroel, para darles a Gallardo y a sus jugadores una palmada de apoyo antes de subir al micro post eliminación en el Kempes: para la dirigencia no está en discusión la continuidad del Muñeco luego de diciembre (ni tampoco para ninguna de las listas opositoras que se presentan en las elecciones de este sábado). En todo caso, es algo que decidirá MG como hizo después de cada balance de fin de año: en la proyección original que tuvo el entrenador se visualizaba por mucho tiempo en Núñez, pero también es cierto que nadie imaginaba el derrotero de un 2025 que aún no terminó. Y que tiene en el horizonte cercano un camino de obstáculos pesados entre el superclásico, los playoffs del Clausura y el boleto a una CL26 que aún no está garantizado y que este lunes le achicó el margen de error al CARP con el triunfo de Boca ante Barracas.
¿Podrá el Muñeco sacarlo adelante? Se verá en los próximos días. En cualquier caso, la experiencia de este año pedirá repensar hacia el futuro muchos ítems deficitarios a distintas escalas, estructurales, de scouting y política de incorporaciones y, por qué no, de metodología en el día a día del River Camp. En los equipos más grandes de Europa, por ejemplo, hace rato que empezó a instalarse una figura de entrenador alterno que se encarga como leit motiv de desafiar al técnico principal con una visión diferente, que venga desde afuera, que lo enriquezca en el debate, incluso que lo actualice en un deporte que va cambiando permanentemente: Maresca, Arteta, Lillo o ahora Pep Lijnders (ex CT de Jürgen Klopp) de hecho personificaron ese cargo en los cuerpos técnicos de Guardiola en estos años.
Tal vez allí, en un disenso, ya sea dirigencial, de una secretaría técnica o de su propio equipo de trabajo en el campo de juego puedan aparecer soluciones hacia adelante para un MG que hoy intenta encontrarle la vuelta a un grupo de futbolistas que de momento no estuvo a la altura y que busca cambios intuitivamente en su propia autocrítica. Porque pasar esta crisis en soledad también parece, en algún punto, una decisión.
Fuente: www.ole.com.ar




