Análisis oficial: “No basta con tener talento, hay que gestionarlo” :: Olé

POR JAVIER MENDEZ CARTIER
Perdimos una final, sí. Pero volvimos a demostrar por qué tenemos uno de los mejores sistemas de formación en el mundo. Y eso no es perder.
Tocó acompañar a la delegación de la Selección Argentina Sub 20 en este Mundial en Chile (plantel, cuerpo técnico y staff) y, más allá del gran torneo realizado y el dolor por no haber obtenido el título, vale compartir ciertas reflexiones producto de esta experiencia.
No basta con tener talento: hay que saber gestionarlo.
Argentina es una usina de talento. Eso ya lo sabemos. Pero el talento, por sí solo, no alcanza. Necesita contexto, trabajo, valores, metodología, y eso es lo que se construye, de manera silenciosa y sostenida en el tiempo, en nuestro fútbol formativo: desde el club más humilde de Ascenso hasta la primera citación en una Selección Juvenil en el Predio Lionel Andrés Messi.
El fútbol infanto-juvenil en Argentina no es una improvisación ni una foto esporádica. Es un sistema. Uno que forma jugadores, sí, pero también forma personas. En nuestro país esto se exacerba, más allá de los valores propios de la deportividad (respeto, disciplina, trabajo en equipo debido al carácter social de nuestras instituciones: son asociaciones civiles sin fines de lucro. Es principalmente por este motivo que en la mayoría de los clubes los chicos no sólo aprenden a jugar al fútbol, sino que acceden a la educación, al ocio, a la salud e incluso a la alimentación. Esto representa naturalmente un enfoque más integral en la formación de las y los jóvenes.
El proyecto de Selecciones Nacionales
El amplio e histórico desarrollo que posee el fútbol a lo largo y ancho de nuestro país es la particularidad sobre la cual la AFA ha construido el tan mentado Proyecto de Selecciones Nacionales, liderado por Claudio Tapia. Dicho proyecto, que tiene a Bernardo Romeo como Coordinador de Selecciones Juveniles, puede explicarse en 5 etapas:
- 1. Detección y desarrollo federal de talentos, con visorías realizadas en cada provincia en coordinación con los clubes, ligas y el Consejo Federal.
- 2. Convocatorias ampliadas, con entrenamientos periódicos en los llamados microciclos en el predio Lionel Andrés Messi en Ezeiza.
- 3. Evaluación integral: además de lo técnico-táctico, se valora en cada jugador el perfil humano, el entorno familiar y el compromiso con la Selección.
- 4. Planificación metodológica por etapas, donde cada categoría (Sub 15, Sub 17 y Sub 20) trabaja con principios compartidos y una identidad de juego.
- 5. Competencias internacionales como plataforma de crecimiento: el roce de una competencia internacional con la Selección –sea una serie de amistosos y/o torneos oficiales– es una experiencia que termina de galvanizar el proceso de formación.
Círculo virtuoso
Los jugadores que Diego Placente eligió para conformar este equipo que nos volvió a llevar, después de 18 años, a una final del mundo han logrado una notoriedad que naturalmente impulsará sus carreras; pero este merecido reconocimiento también tiene una serie de implicancias que trascienden los nombres propios.
Porque jugar un Mundial no sólo es un logro personal: es un activo que aumenta el valor del jugador y, con él, el del club que lo formó. Así se genera un círculo virtuoso: la Selección potencia al jugador, el jugador potencia al club y el vlub reinvierte en divisiones inferiores e infraestructura.
De algún modo, el éxito de las Selecciones Juveniles se retroalimenta con el ecosistema del fútbol argentino: cuanto mejor se trabaja en el fútbol formativo de los clubes, mejor se trabaja en la Selección y mayor es el flujo de recursos que vuelve al desarrollo local.
Incluso el caso del rival en la final, Marruecos, es un ejemplo a destacar: el Estado lleva más de una década invirtiendo en formación, infraestructura y academias de elite como la Mohammed VI Football Academy, donde los jugadores se entrenan, estudian y se desarrollan con estándares europeos.
Competir, formar, crecer.
En conclusión, la experiencia del Mundial Sub20 en Chile, más allá de dejar un saldo extremadamente positivo en lo deportivo por el gran torneo realizado, debe servir para entender algo: el sistema de formación del fútbol argentino es una de las cosas en nuestro país que funciona, y funciona muy bien. El deber, entonces, debe enfocarse en fortalecerlo haciendo hincapié en la sinergia generada entre nuestros clubes y la AFA.
Fuente: www.ole.com.ar




