El día en que al Senado Borges le importó un quórum: crónica de la sesión que le dio la espalda al escritor

“A la muerte, prefiero la nada y el olvido. Quiero que dentro de algunos años la gente se pregunte: ¿Borges? ¿Quién era Borges?”, señaló el escritor en una de sus entrevistas. El tiempo, tema recurrente de su obra, le jugó una mala pasada cuando se juntó con un elemento rezagado en su universo narrativo: la política, que se adelantó y le dio el gusto el mismo día en que lo enterraban. Había sesión en el Senado y estaba previsto que allí se lo homenajeara, pero los legisladores radicales y peronistas se entrelazaron en desencuentros, y el reconocimiento quedó frustrado.
Al Senado, Borges le importa un quórum. Así tituló en 1986 la revista Satiricón un artículo en el que se lamentaba por ese homenaje trunco en la Cámara alta el miércoles 18 de junio, día en que inhumaron en Ginebra, Suiza, los restos del escritor, que había muerto el sábado 14. La programada sesión parlamentaria, con homenaje incluido, no reunió el número de senadores necesario para sesionar y quedó pospuesta.
—Vámonos, vámonos —le dijo al por entonces senador Alberto Rodríguez Saá (Partido Justicialista, San Luis) otro legislador de su bloque, que le tocó un hombro y lo conminó a irse del recinto.
—No, estamos esperando el quórum para que comience la sesión, va a haber un homenaje a Borges —fue su respuesta, sentado en su banca.
—¿Un homenaje a Borges? ¡¿A Borges?! Vamos, vamos —fue la contestación que obtuvo, cargada de ironía.

Rodríguez Saá hace memoria y reconstruye ahora, casi 40 años después, esa escena a pedido de Clarín. Consultado por un detalle, prefiere el olvido: no revela el nombre de su interlocutor, ya fallecido.
Cuatro días antes, el maestro Borges había muerto en Ginebra a los 86 años. Figuras de todo el mundo se deshicieron en palabras para recordarlo: presidentes y cancilleres lamentaron al unísono la partida del escritor, mientras que desde el ámbito de las artes señalaron la relevancia de Borges para la literatura occidental.
En Argentina, el presidente Raúl Alfonsín (a quien Borges había halagado antes de su asunción, en una reunión al cabo de la cual al escritor se le escapó, en voz alta, un “¡Viva la patria!”) se excusó y envió a Ginebra a Marcos Aguinis, escritor y por entonces secretario de Cultura de la Nación, y una corona de flores. En Buenos Aires, él acudió a otro velorio: el de la hija del secretario de Defensa, Héctor Rossi.

Enrique Quintana y Leopoldo Tettamanti, embajadores argentinos ante Berna y ante las Naciones Unidas, respectivamente, acompañaban al secretario Aguinis como las principales presencias representativas argentinas en Ginebra. Ese miércoles, a Tettamanti le tocó, además, hacer de chofer: llevó en un auto oficial a María Kodama, la viuda de Borges, desde su hotel hasta el cementerio de Plainpalais.
En esa ciudad también estaban los senadores Luis Brasesco (de la Unión Cívica Radical-UCR) y Oraldo Britos (PJ, y presidente de la Comisión de Trabajo del Senado), que participarían en una asamblea de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) como enviados del Congreso argentino. El Senado emitió un decreto para que ambos asistieran al funeral, pero sólo lo hizo Brasesco.

Entretelones de una sesión fallida
Para las 17 de ese miércoles 18 de junio de 1986 estaba convocada una sesión en el Senado. El temario incluía cuestiones más mundanas que las borgeanas: la declaración de interés nacional para la lucha contra la toxoplasmosis congénita, la reactivación de la política cultural del Fondo Nacional de las Artes y la modificación del decreto ley sobre el financiamiento de esa institución. Entre ellas, estaba un homenaje a Borges.
“En Buenos Aires, a las 18:28 del miércoles 18 de junio de 1986”, convocó el doctor Edison Otero, senador radical que fue presidente provisional del Senado durante la gestión de Alfonsín.
—Como hay número suficiente de senadores en la casa, hago moción de que se llame por diez minutos más y se comisione al señor secretario legislativo para que los invite a concurrir al recinto con el objeto de que se pueda realizar la sesión —pidió el senador radical por la Ciudad de Buenos Aires Fernando de la Rúa.
Pasaron varios minutos desde el llamado de Otero, y otro legislador, Libardo Sánchez (PJ), insistió en que se mandara a buscar al resto de los senadores, varios de los que estaban en el Congreso pero no en el recinto de la Cámara alta. Otero volvió a convocar, pero no hubo caso.

—Señor presidente: como ha transcurrido el plazo y continuamos sin quórum, propongo que la Presidencia adopte una resolución —solicitó Sánchez.
El caso omiso continuó: en el recinto había 19 senadores, un número menor al requerido (23) para habilitar la sesión en una cámara que, previo a la reforma constitucional de 1994, estaba conformada por 46 miembros. De los 19 presentes, diez eran radicales, cuatro del PJ, uno del Movimiento Popular Neuquino (MPN), uno del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), uno liberal, otro autonomista y un último del frente Bloquista de San Juan. De los trece ausentes sin aviso, doce eran justicialistas. Entre los seis ausentes en comisión se contaba a Brasesco y Britos, ambos en Ginebra.
Ahora Rodríguez Saá no recuerda el dato, pero corrió por cuenta suya la suspensión de la convocatoria.

“Presidente (Otero), se han agotado ya todas las instancias y, como no hay quórum, sugiero que levantemos la sesión en minoría”, pidió, según se lee en el diario de sesión. Y Otero asintió: “Queda levantada la sesión en minoría. Son las 18:45”.
El día después del entierro de Borges y del homenaje fallido en el Senado, la crónica de Clarín atribuyó a un “destiempo” la suspensión del reconocimiento al escritor: “No se realizó porque radicales y peronistas entraron a destiempo al recinto: cuando los legisladores oficialistas [radicales] llegaron, ya los otros se habían ido después de aguardarlos media hora. Pareció un desencuentro en una cita no muy querida. En consecuencia, no hubo quórum ni sesión, y por lo tanto no hubo homenaje”.
La nota profundizaba el relato: “El homenaje lo querían hacer los radicales y con tal intención decidieron que fuera el chaqueño Luis León el que se ocupase de evocar al ilustre escritor (…) El peronismo aparecía renuente a sumarse y el propio senador Vicente L. Saadi aclaró que su sector no acudiría (…) Los peronistas, entre ellos José H. Martiarena, presidente del sector renovador, permanecieron en el recinto para proceder luego a retirarse”.

“Pero cuando el resto de los senadores radicales llegó al recinto, ya la mayoría justicialista se había retirado. Fue un desencuentro que postergó el homenaje a Borges, sepultado en Ginebra ante la presencia del senador radical Brasesco y del peronista Oraldo Britos”, rubricó Clarín sobre los repetidos desaires.
En rigor, el dato de la presencia de Britos en Ginebra era exacto, pero no el de su participación en el entierro del escritor. Ese mismo día, la escritora y cronista de La Nación Sara Gallardo consignaba desde esa ciudad: “Incluso en la muerte Borges no pudo escapar a la controversia política. Aunque se había enunciado que un representante del Partido Peronista (sic) se uniría a la delegación argentina en el funeral, no se presentó”.
Veinte años más tarde, Britos concedió una entrevista a la radio Nuestra FM de San Luis y explicó, impiadoso, su inasistencia de aquel día: “Si volviera a estar en aquella misma situación iría al sepelio, pero aclarándoles a todos los periodistas presentes que para mí, como peronista, Borges era un viejo de mierda”.

Borges, su muerte y la Argentina
Horas después de lo sucedido (o de lo no sucedido) en el Senado, en el Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires (hoy Legislatura) también se intentó un homenaje solemne a Borges, pero fue más bien agitado.
Informaba el diario La Prensa: “Ediles peronistas se negaron a participar en el homenaje propuesto por el sector de la mayoría. Al nombrar a Borges, la portavoz del bloque justicialista [María Hesain de Parra] dijo que no se lo podía considerar ‘como hombre argentino, ya que prefirió morir en el extranjero’”. Otro concejal, Francisco Giráldez, adujo que Borges había “agraviado” a Eva Perón y se conducía “como cloaca de Su Majestad Británica”.

Y añadía ese diario: “No estuvieron solos los representantes del justicialismo en su empacada actitud: sus pares del Partido Intransigente resolvieron ‘abstenerse’”.
La muerte de Borges en el exterior no escapó, como ningún otro detalle, al albedrío del escritor. Cuando se supo enfermo de cáncer, rogó a María Kodama, su reciente esposa y posterior viuda, permanecer en Ginebra –ciudad en la que había vivido durante su adolescencia– para esperar la muerte.
Recordó Kodama, ya en este siglo: “Él había quedado horrorizado con la muerte de Ricardo Balbín: le habían sacado fotos en terapia intensiva, y había afiches [de esa foto] en toda Buenos Aires. Entonces, él me dijo que yo no podía querer ver su agonía empapelando las calles de la ciudad, convertida en un espectáculo”.

La viuda de Borges se refería a las fotos que la revista Gente tomó y publicó de Balbín en su cama de terapia intensiva, el 10 de septiembre de 1981, un día después del fallecimiento del líder radical, un caso célebre que sentó precedentes jurídicos.
Borges, memorioso como su personaje Funes, eligió no arriesgarse a ser vulnerado en las postrimerías de su vida.
“Pido la palabra”: el postergado y breve homenaje
—No recuerdo si ese día se trataría un tema delicado como para que peligrara el quórum. Aunque de ese homenaje programado para Borges recuerdo que el bloque justicialista estaba dando quórum, pero luego se retiró. También recuerdo que yo estaba en mi banca y que un senador justicialista (a quien no calificaré ahora) me tocó el hombro y me pidió que nos fuéramos. Yo le dije que no me levantaría, porque estaba ese homenaje —rememora Rodríguez Saá.
—¿Un senador justicialista con qué nombre? —pregunta este diario.
—Sólo diré que era un peronista de la vieja guardia, peronista de Perón. Y creo que tanto él como los otros senadores del bloque lo hicieron por ignorancia o por enojo con la posición histórica de Borges para con el peronismo. Y eso a mí me parecía una barbaridad, porque fue el más importante escritor de nuestro país, y si se hubiera hecho el homenaje, yo se lo hubiera rendido —agrega el exgobernador de San Luis.
—Pero el 2 de julio de 1986, cuando sí otros pocos senadores no peronistas rindieron el homenaje, usted homenajeó en cambio a Perón, por el duodécimo aniversario de su muerte…

—Los presidentes de los bloques deberían haber concertado temario, homenajes y oradores, y el resto deberíamos haber tenido que adherir o no. Y yo creo haberle hecho el homenaje a Borges: aporté para que hubiera quórum en ambas sesiones, la frustrada y la de dos semanas más tarde, cuando sí se llevó a cabo el reconocimiento —afirma Rodríguez Saá.
Aquellos eran, también, tiempos de distancia entre el oficialismo y el peronismo y de reuniones para encontrar puntos de contacto. El lunes 16 de junio, hubo en el Senado un encuentro entre el presidente alterno de la UCR, Edison Otero, y el vicepresidente del PJ, Vicente Leónidas Saadi. El objetivo fue “analizar el estado de las relaciones entre las conducciones de los partidos mayoritarios”.
Sobre ese intento de acercamiento se leía en Clarín: “Habrían coincidido en la necesidad de que ambos partidos realizaran esfuerzos conjuntos en procura de alcanzar ‘denominadores comunes’”.
Por lo pronto, la cuestión Borges no fue ese denominador común. Saadi y la mayoría de su bloque no permanecieron en el recinto para dar quórum, sesionar y homenajear a Borges. Cuando llegaron los radicales, de los 19 senadores del PJ sólo quedaban en sus bancas Rodríguez Saá, Arturo Jiménez Montilla, Libardo Sánchez y Eduardo Menem.

El homenaje a Borges en el Senado debió esperar dos semanas para ser llevado a cabo. El miércoles 25 de junio no hubo mención alguna de ningún bloque, sobre el escritor, su vida, su obra o su muerte. Sí la hubo el miércoles 2 de julio, aunque corrió por cuenta del senador radical León y de los jefes de cuatro de los siete bloques que integraban la Cámara alta: Brasesco (UCR), Manuel Vidal (MID), Ricardo Leconte (Partido Liberal) y Carlos Gómez Centurión (frente Bloquista de San Juan). El MPN y el Partido Conservador Popular de Catamarca: olvido borgeano, nada.
Quien luego intervino fue el propio Rodríguez Saá: “Pido la palabra para rendir un homenaje”. El presidente provisional del Senado, Otero, asintió. El puntano habló entonces del duodécimo aniversario de la muerte de Perón.
Después se conmemoró a Leandro N. Alem y al senador radical Raúl Zarriello. Ya no se volvió a mencionar a Borges. ¿Quién era Borges?
Fuente: www.clarin.com