Triple crimen en Florencio Varela: qué es y cómo funciona Zangi, la app con cifrado nivel militar que usan los narcos


Ni Instagram ni TikTok. La aplicación de mensajería Zangi, con sede en Silicon Valley y funciones de cifrado y uso sin número telefónico, aparece en decenas de causas contra bandas de narcotraficantes y ahora en la investigación por el triple crimen en Florencio Varela.

Si bien en un primer momento el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Javier Alonso, deslizó que el brutal asesinato de Brenda Del Castillo (20), Morena Verdi (20) y Lara Morena Gutiérrez (15) había sido transmitido en un vivo de Instagram, propiedad de Meta, con el correr de los días la investigación puso el foco en otra plataforma de mensajería instantánea.

Aunque no es una app masiva en la cultura digital argentina como WhatsApp o Telegram, desde hace al menos un año Zangi viene detectándose en investigaciones judiciales vinculadas al crimen organizado.

Desarrollada en Armenia y disponible para descargar tanto en Android como iOS, Zangi se presenta como una aplicación de mensajería y llamadas “privada” y serverless —es decir, que no depende de servidores intermedios donde se almacenen los mensajes— y con cifrado de extremo a extremo (E2EE) siempre activo.

Una de sus características más singulares es que no exige registrar un número de teléfono: a los usuarios se les asigna un identificador aleatorio.

Además, ofrece envío de archivos, llamadas de voz y video, y opciones para que los mensajes se autodestruyan, según explican especialistas citados en causas judiciales.

Todo esto le permite competir como sustituto de aplicaciones masivas, aunque con un perfil de privacidad mucho más extremo.

Sin embargo, los especialistas consultados por Clarín aclaran que nada es completamente indetectable: los peritos forenses aún pueden obtener evidencias desde dispositivos físicos, metadatos o registros de conexión. Aun así, su diseño complica considerablemente el trabajo de investigación en causas criminales.

En América Latina, se señala que grupos como el Tren de Aragua —nacido en cárceles venezolanas y convertido en organización transnacional— incorporaron la plataforma para coordinar actividades en varios países. En Argentina, la app apareció en pesquisas sobre la banda de Matías Gazzani (jefe de “Los Menores”) y en otras estructuras delictivas, según fuentes judiciales.

En el caso más reciente, del triple crimen en Florencio Varela, el uso de la app aparece así como un elemento más dentro de una causa que sigue abierta y en investigación.

La preocupación no es sólo regional. Según informes internacionales, Zangi fue detectada en agrupaciones y maniobras diversas: desde redes criminales en Latinoamérica hasta reportes que lo vinculan a intentos de reclutamiento y coordinación de acciones en Europa. Ese historial alimenta la alerta de fuerzas y fiscales sobre la proliferación de aplicaciones diseñadas para priorizar el anonimato.

Por otro lado, la relación que mantiene la app con la privacidad también la vuelve atractiva para estafadores que buscan operar en el anonimato. La falta de herramientas de moderación y un servicio de soporte prácticamente inexistente permiten que las cuentas falsas proliferen sin control.

Son cada vez más los usuarios de distintos países que reportaron delitos a través de Zangi. El primer contacto suele darse en redes sociales como Facebook, Instagram o TikTok, para luego continuar en este servicio de mensajería con el argumento de que es “más seguro”. Una vez allí, despliegan diversas tácticas.

Entre las más populares aparece la de suplantar la identidad de celebridades, militares o padres solteros con historias trágicas, usando fotos robadas. Lo mismo con la manipulación emocional. Los delincuentes suelen relatar emergencias o situaciones dramáticas para pedir dinero o tarjetas de regalo.

La sextorsión tampoco pasa por alto a través de Zangi. La víctima es inducida a compartir fotos íntimas y luego amenazada con difundirlas si no cumplen nuevas demandas, que comienzan con montos bajos y luego escalan.

Fuente: www.clarin.com

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