Fabio Alberti: “La posibilidad de quedar en la memoria colectiva para mí es muchísimo”

Ya se puede ver la segunda temporada del reality LOL: Last One Laughing, por Prime Video. Cuenta con la presentación de Susana Giménez y esta vez acompañada por Darío Lopilato. Se podrá ver por más de doscientos cuarenta países y los participantes son: Alex
Pelao de Córdoba, Dani La Chepi, Fabio Alberti, Juliana Savioli de Mar del Plata, Lucas Upstein, Marina Bellati, Martín Rechimuzzi, Nazareno Móttola, Pablo Granados y Pachu Peña, ambos rosarinos. La entrevista fue con Fabio Alberti, quien comparte su gira con la propuesta teatral Cha, cha, cha, heredera del éxito televisivo y su vida en Uruguay, donde tiene un restaurante a puertas cerradas.
—¿Cuál es tu relación con los realities?
Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
—Nunca antes había estado en un reality, ni me lo imaginé. Me sorprendió cuando me llamaron. Después entendí el mecanismo de este reality que es muy distinto a lo que estamos acostumbrados.
—¿Sos o fuiste espectador de este tipo de programas?
—Un poco. Alguna vez vi Gran Hermano, cuando apareció para ver de qué trataba, pero estoy hablando de hace más de veinte años atrás.
—¿Influyó para decidirte a participar saber con quién estarías?
—Lo que pasa es que no sabíamos. No te decían con quién ibas a estar. Cuando me convocaron me contaron sólo cómo era el proyecto y si me interesaba. Después cuando estuve adentro de la casa vi entrando a los otros participantes y pensé: “con éste pierdo, porque me vas a hacer reír”. En cuanto arranca el programa con Susana (Giménez) y Darío (Lopilato) empieza un relojito y no podés reírte.
—Entre los participantes hay influencers, definidos como “talentos emergentes”: ¿cómo te sentiste compartiendo con ellos?
—Me parece un atractivo que tiene el show, de alguna manera es la diversidad no sólo de generaciones, sino de diferentes maneras de hacer y de entender el humor. Eso está bueno. Fue un hermoso grupo humano, como diría Alejandro Urdapilleta.
—Figuran Urdapilleta, Pompeyo Audivert y Ricardo Bartís como tus maestros o referentes. ¿Es así?
—Sí, con ellos aprendí un montón, son mis maestros. Vi sus espectáculos, pero aparte fui amigo de los tres. Si Pompeyo está en una sala voy a verlo, a Bartís hace más tiempo que no me lo cruzo, pero si sé que está en algún lado paso a saludarlo.
—Declaraste que no te interesaba hacer teatro serio…
—No creas en lo que haya dicho. Además no sé qué significa hacer un teatro serio, para mí todo teatro es serio. Ahora estoy haciendo un espectáculo con el que estuvimos en la avenida Corrientes y empezamos una gira junto a Alfredo Casero y lo que hacemos es serio, por más que sea humor. Hay un horario que llegar y una letra que decir. Estamos yendo por las provincias y el mes que viene nos vamos a España y proyectamos hacer un Movistar el 15 de diciembre. Tenemos que meter mil personas.
—¿No te sentís encasillado con el personaje de “Boluda total”?
—No, para nada. Porque puedo hacer otros personajes, aparte de alguna manera Peperino o Boluda, son los más populares. Poder tener dos o tres personajes populares es un montón. ¿Cuántos comediantes lo han hecho? De algunos no se recuerda ni un protagonista, ni una frase o eslógan. Quedar en la memoria colectiva para mí es muchísimo. Son todos personajes que tienen vida propia, sin techo, con vida, tres libros y dos unipersonales. Y si quieren mañana saca un disco cantando como Andrea del Boca, puedo hacer lo que quiera.
—¿Cómo se te ocurrió el nombre de “Coti” Nosiglia que es el de un político radical?
—Siempre jugué con componer nombres de gente conocida, como comisario Polino. Además para mí el apodo Coti siempre me sonó a mujer.
—¿No se enojó?
—No. Creo que nada… y si se te enoja esa clase de gente no te vas a enterar.
—¿Cuáles son los límites del humor? ¿Con qué no harías humor?
—No hay que tener límites en el humor. ¿Por qué voy a ponérmelos? No me los pongo, porque en mi intimidad tampoco lo hago. Puedo reírme con mis amigos, con la gente de confianza y de lo que quiera. Si estás en un medio hoy sabés que te van a cancelar si decís esto o aquello y para no tener problemas, si puedo evitar ese chiste y hacer otro, listo, cambio. No me meto en problemas, pero me parece que no tendría que haber límites. No te gusta, no me mires, cambiá. Si a mí hay algo que no me gusta cambio.
—¿Es más difícil hacer humor hoy que hace veinte años atrás?
—No creo. Nosotros hacemos humor hace treinta años y hoy estamos haciendo un espectáculo con esos chistes. No tuve que corregir ni modificar nada. Lo que yo hacía, hoy lo puedo seguir haciendo tranquilamente. Tal vez estábamos adelantados en aquel momento.
—La esencia de este reality pasa por la tentación. ¿Qué te hace reír?
—Hay alguno que tiene la risa más fácil actuando y otros usan la tentación como medio demagogo. Si yo me río vos te vas a reír. En mi caso no me salgo del personaje en general, trato de no reírme y de sostenerlo. Siempre pensé que eso es más gracioso. En esta situación es totalmente distinta. A mí lo que más me costó fue no reírme de mí, pues la situación es muy absurda. Y me río de lo que estoy intentando hacer. Además tenés como cincuenta cámaras que te miran de todos lados y son muy buenos comediantes.
—¿Hay algo que te gustaría hacer y aún no lo conseguiste?
—No, ahí estoy como Cristian Castro: no hacer nada. No tengo ninguna ilusión de hacer tal cosa. En todo caso, como siempre, hacer mis proyectos. Eso sí lo aprendí de Ricardo Bartis, nadie te va a venir a golpear la puerta de tu casa preguntarte qué es lo que querés hacer.
Por eso nos enseñó la autogestión, disfrazarme, escribirme el guión, subirme al escenario y hacerlo, Tuve mucha suerte de poder trabajar prácticamente siempre así, en Cha cha cha cada uno se armaba su personaje, sus guiones y sketches.
—¿Cuando aparece la gastronomía en tu vida?
—Siempre estuve muy vinculado a la gastronomía. Me gusta. Tengo un restaurante, a puertas cerradas en Uruguay, donde vivo, y se llama “Choto”, es mi casa en Pueblo Edén, departamento de Maldonado. Empecé con un puesto de hamburguesas, fui un pionero de food truck en Buenos Aires. Hoy no quiero algo a la calle porque eso te esclaviza, así que hay que llamar para reservar. Si tengo ganas de cocinar y puedo vienen, la capacidad es pequeña, veinticinco personas.
Me gusta ser anfitrión. Tengo huerta y animales. El lugar se define por las “porciones grandes porque el tamaño importa.” Es comida casera, hago bastante parrilla, porque me doy cuenta de que la gente cuando va al campo prefiere eso. Crío corderos y consigo carnes de exportación. Estoy en medio de la sierra a treinta kilómetros de la playa, por eso mi menú es “mar y sierra”. Soy el creador de un plato: una cazuela de rabo y calamar. Después dije: ¿cómo no va a maridar si es rabo y raba?
—¿Te definirías como un hombre con sentido del humor?
—Tengo sentido del humor, como todos los que estábamos en el reality. Nos divertimos grabándolo, aunque somos distintas generaciones está buenísimo. Creo que la gente lo va a disfrutar. Es un show diferente, lo disfruté, me divertí y me sorprendí. Para mí la sorpresa es importante.
—¿Quién te hace reír?
—A mí me hizo reír siempre mucho Alejandro Urdapilleta. Hoy me puede hace reír algo que veo en la redes.
—¿Sos de redes?
—No mucho. Tengo solo Instagram por el restaurante, ni Twitter, ni Facebook. Si estoy haciendo un trabajo busco publicitarlo y subo información. Ahora estoy viajando mucho por la gira, los fines de semana hacemos teatro con Alfredo Casero.
Fuente: www.perfil.com