La pesadilla de Axel Kicillof y los pensamientos de Cristina Kirchner en sus horas más dramáticas en prisión

Un ánimo de ira y venganza invade, cada día con más fuerza, las paredes del segundo piso de San José 1111, donde Cristina Fernández de Kirchner cumple su pena a seis años de prisión por haber impulsado un fraude multimillonario contra el Estado. Quienes han accedido a la intimidad de su departamento la describen como una dirigente muy distinta a la que se asoma al balcón para saludar, sonreír y dar unos pasos de baile, casi con misericordia, como si los condenados fueran los otros. No es lo que se respira cuando se cierra el ventanal y los camarógrafos que hacen guardia las 24 horas apagan sus equipos. Cristina entonces insulta a la Justicia, a los medios y, sobre todo, a Mauricio Macri, al que califica de mafioso. Suele preguntarse: ¿cómo es posible que ella esté presa y no él?
A veces se quiebra, como reveló Lula, aunque nunca deja de razonar como una política a la que le está vedado el retiro. Ni aun cuando el futuro se cubre de sombras y una gran inquietud irrumpe en sus soliloquios: ¿estuvieron a la altura de las circunstancias sus operadores judiciales y el equipo de abogados? ¿Había una grieta entre ellos que la perjudicó y que ahora se blanquea por las diferencias sobre el comportamiento que debe tener en su domicilio frente a los fanáticos que van a apoyarla?

No se trataría de simples arrebatos. Hay personas de su entorno y del peronismo tradicional que le habían advertido sobre la errática estrategia del abogado Carlos Beraldi y, al mismo tiempo, por la postura de confrontación permanente de sus operadores políticos en la Justicia. ¿Cristina hubiera tenido el mismo destino si no se enfrentaba abiertamente a la Corte Suprema? ¿Fue una buena idea instar a Alberto Fernández a que le declarara la guerra a los tres jueces del máximo Tribunal e impulsara su juicio político? ¿Qué hubiera pasado si, por ejemplo, el kirchnerismo hubiera avalado o negociado mejor los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García Mansilla? O, peor: ¿no se pudo entablar un diálogo más audaz para la conformación de la Corte cuando Javier Milei arribó a la Casa Rosada?
Es incipiente, pero ya existen los primeros reproches internos hacia Juan Martín Mena, Eduardo De Pedro y Gerónimo Ustarroz. Sus críticos recuerdan que Ustarroz, el hermano de la vida de De Pedro, se define siempre como bilardista, por aquello de que lo único que importa es el resultado. “Bajo esa óptica, el fracaso de estos muchachos es terrible”, se oye en el segundo anillo de proximidad de la líder. Los cuestionamientos también alcanzan a Máximo Kirchner, al que acusan de haber cercado su círculo íntimo con egoísmo y poca pericia política.
Los primeros días de prisión, de un total de 2.190, transitan con tensión sobre cómo debe comportarse Cristina con respecto al beneficio de la domiciliaria que le concedieron los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal Federal 2. La intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza -confidente inseparable de Máximo- le pidió a la militancia el jueves a la noche, por TV, que concurrieran, al otro día, a San José y Humberto Primo para hacer un banderazo. Es posible que Beraldi se haya estremecido frente al televisor. A los pocos minutos apareció en la casa para explicarle a su defendida que, mientras él negocia el regimen de visitas y otras condiciones, sus voceros llaman prácticamente a desobedecer la orden judicial de no alterar la convivencia en el barrio, que ya de por sí está alterada, con vecinos que aseguran que no pueden dormir por los cánticos y el humo de las parrillas que se filtra por las ventanas.
Cristina quizá lo entendió esa misma madrugada, cuando se despertó, cerca de las tres de la mañana, con los ruidos de la Policía, que quitaba vallas y carteles, frente a unos pocos militantes que permanecían allí, en vigilia y que, de a ratos, cantaban. Esa mañana, Cristina pidió en la red social X que no fueran a su casa y que la manifestación se concentrara en San Telmo. Pero ese mismo día hubo desavenencias porque en su propio espacio instaron a los militantes a volver caminando a Constitución después del acto. Cristina debió grabar un segundo audio para transmitir que no lo hicieran. Lo pidió por favor.

La permanencia de la ex presidenta en la Ciudad, de todos modos, podría ser pasajera. Evaluaría mudarse al Sur del país, muy probablemente a El Calafate, su lugar en el mundo, según ha declarado en varias ocasiones. Buscaría montar de cierta épica su traslado. Pero no será en el corto plazo, por dos motivos: primero, para no darle el gusto a Patricia Bullrich, por quien profesa un odio visceral; y, segundo, porque se ha propuesto adueñarse de la centralidad que le dio la confirmación de la condena para convertirse en la electora del peronismo para las dos elecciones en la provincia de Buenos Aires, la de legisladores del 7 de septiembre -donde quería postularse por la Tercera Sección- y las nacionales del 26 de octubre.
Su circuito de acción será entrar y salir de la escena pública. Un tuit, un audio, acaso una grabación con imagen, una salida efímera al balcón, y alguna foto de impacto, como la que podría obtener con Lula en la primera semana del mes próximo. El circuito de apariciones lo terminará de diseñar cuando estén del todo claras las condiciones de la domiciliaria.
En su entorno siguen de cerca los movimientos del peronismo. Los preocupa la posibilidad de un lento aislamiento de su jefa. La prudente distancia que tomó la CGT el día de la marcha a Plaza de Mayo y el silencio de buena parte de los gobernadores hablaron por sí solos. La convocatoria en Parque Lezama fue otra muestra de que no vienen tiempos fáciles. Ni siquiera se pudo llenar el anfiteatro, que tiene capacidad para 5 mil personas. Hay un sector de la militancia que se radicaliza -la que está dispuesta a ir a un canal de televisión y romper todo-, pero otros grupos priorizarían pensar en un armado que pueda frenar a Milei.
Al decir de un viejo cacique peronista del Conurbano: “Iremos monitoreando cómo evoluciona el proceso de detención y cómo pega en la imagen. Es decir, si la prisión termina favoreciendo a Cristina y nos agrupamos todos o si decidimos que es hora de encarar la renovación”.
Axel Kicillof luce fastidiado. El acoso político contra él no cesa. Aunque se pronunció en contra de la determinación de la Corte Suprema y asistió a Plaza de Mayo, no fue recibido como en otras épocas. Tuvo que soportar algunos gritos aislados de “traidor” y debió convivir con el doble discurso de los camporistas con los que se cruzaba. Uno de ellos, que venía de agredirlo públicamente, le dijo: “Sabé entendernos, Axel. Disculpanos, no es con vos”. El gobernador detesta a quienes lo critican en los medios y luego se acercan a pedirle disculpas. Lleva un largo tiempo sobrellevando este tipo de situaciones. No lo dirá nunca, pero quizá la prisión de su mentora, en algún momento, lo termine beneficiando.
En La Plata aseguran que su decisión de no dejarse dominar con la estrategia y la conformación de las listas se mantiene firme, pos fallo judicial, y aunque Cristina se haya convertido en centro de atención. Los funcionarios bonaerenses avisaron que de ninguna manera unificarán las elecciones provinciales con las nacionales, como pidió el cristinismo en los últimos días, y que Kicillof mantendrá una postura dura en la negociación electoral. “Si se lo quieren llevar puesto está dispuesto a armar sus propias listas”, aseguran en la Gobernación. Y ponen condiciones para la unidad electoral: “No vamos a hacer campaña pidiendo por la liberación de Cristina”. Un palo, tal vez, para Máximo y Juan Grabois.

En la Casa Rosada pararon la pelota. Los candidatos que sonaban dejaron de sonar y Santiago Caputo, el estratega libertario, le aviso a la tropa de La Libertad Avanza que no tomarán ninguna resolución hasta que el kirchnerismo no defina sus boletas. Le harán probar de su clásica medicina: esperarán para definir las candidaturas hasta el mismo cierre del plazo legal. El acuerdo con el macrismo ya está hecho, aunque a menudo afloren cortocircuitos.
La última chispa la encendió el Presidente en la entrevista que le brindó a LN+. Dijo que su administración no interviene en los procesos judiciales, como sí lo hacían las que la precedieron. “No han dejado trabajar en paz a los jueces. El macrismo se intentaba vender como el único opositor al kirchnerismo y ha jugado un rol en interferir las instituciones, al punto de que Pichetto cubrió a Cristina y después se lo pagaron dándole la candidatura a vicepresidente. Es una forma de hacer política a la cual yo no adhiero”.
La frase cayó como una bomba en el PRO y agudizó la desconfianza de los macristas más puros. “¿Es posible una alianza con Milei en este contexto?”, se preguntan. La respuesta, por ahora, es afirmativa. La convergencia no solo se limitaría a la Provincia. Los libertarios están dispuestos hoy a consensuar la lista en CABA, eligiendo al primer senador y cediendo el segundo lugar para el PRO. Al macrismo le interesa la oferta. No quiere una nueva derrota en la Ciudad, aunque eso obligue a su fundador a tener que deglutir sapos gigantes.
Fuente: www.clarin.com